Hoja de calendario

Los proyectos pendientes de la coalición

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta Yolanda Díaz.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Antonio Papell

Antonio Papell

Cuando se han recorrido las tres cuartas partes de la legislatura, ya parece posible efectuar un balance fundado de funcionamiento de la coalición de gobierno, primer experimento de esta índole que se materializa desde el arranque de la etapa democrática. Y aunque tal evaluación ha de incluir sin duda elementos subjetivos, parece evidente que el acuerdo de gobierno suscrito por el PSOE y Unidas Podemos ha resultado funcional y efectivo, puesto que pese a las adversidades se han dado pasos vitales en el camino de la modernización económica y social al tiempo que se han abordado favorablemente las sucesivas crisis, la sanitaria de la Covid y la global suscitada por la guerra de Ucrania.

La coalición no ha sido sencilla de gestionar, tanto por la inexperiencia de los actores como por la dificultad de negociar entre personalidades fuertes. Sin embargo, la complementariedad ha sido evidente: el programa máximo de Unidas Podemos divergía claramente de los cánones de la Unión Europea, por lo que ha hecho falta la capacidad de moderación del PSOE para obtener avances intermedios. Por esta vía, se ha conseguido un alto grado de compatibilidad entre la reforma social y el proceso económico ortodoxo. O, en otras palabras, ha sido posible conciliar una constante preocupación por la suerte de los sectores en riesgo de pobreza con un elevado crecimiento económico y con la preservación del tejido productivo, que ha sobrevivido a las crisis y ha permitido que la recuperación de la situación prepandemia sea ya una realidad al alcance de la mano. La relación entre el PSOE y UP ha sido en ocasiones tormentosa, lo cual es hasta cierto punto lógico si se tiene en cuenta la naturaleza poliédrica y conflictiva de varios de los asuntos que habido que abordar aunque todavía algunos de ellos estén pendientes de una decisión conjunta; sin embargo, aunque los grandes partidos añoren aquel bipartidismo imperfecto de antaño, hay que reconocer que esta fórmula ha impreso en la política una dinámica mucho más acelerada que la que suelen practicar los partidos que disfrutan de cómoda mayoría parlamentaria. De hecho, esta legislatura que concluirá a finales de 2023 pasará a la historia como la más activa de la democracia.

Este buen funcionamiento de la fórmula utilizada a siniestra permite imaginar su continuidad en el futuro: seguirá habiendo coalición entre la izquierda moderada y la radical siempre que sea necesario y por supuesto después de las próximas elecciones si la matemática electoral lo permite. Pero el modelo simétrico, que resultaría de la coalición entre el Partido Popular y Vox, es mucho más problemático ya que la extrema derecha no posee en Europa la homologación democrática que le permitiría ocupar con naturalidad el ala más extrema del hemisferio conservador. En Alemania o en Francia, por ejemplo, la ultraderecha está fuera del círculo constitucional, aunque en Italia ya ostenta el poder sin que de momento se hayan advertido problemas insuperables. Esta asimetría complica todavía más la solución de los bloqueos que perturban el desarrollo del sistema en España y que en este momento constituyen el principal motivo de preocupación para quienes pensamos que la Carta Magna debe seguir manteniendo su imperio pleno.

De todo el largo programa que se plantearon los socios de la coalición de gobierno al llegar al poder, apenas faltan unas cuantas normas por desarrollar: las principales son la reforma de la ley mordaza, la ley de vivienda, la ley de bienestar animal y la ley de familias. Y aunque no puede descartarse que todavía haya tiempo de sacar adelante alguna de ellas, hay que reconocer que no cabe hablar de fracaso de la alianza, que ha conseguido en cambio una lista interminable de logros.

En la práctica, ahora corresponde al electorado convalidar, rectificar o reescribir la historia reciente a lo largo de 2023. Como siempre ha sucedido, por supuesto. Pero ahora con la particularidad de que el juego político puede practicarse ya mediante coaliciones: funcionan cabalmente, sin merma alguna de legitimidad. Y probablemente se adapten mejor a la diversidad social que los gobiernos monocolores.

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