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La gente no lee

Aquí se vive la vida a golpe de tuit y baile en Tiktok. Con una dosis de First Date y la réplica constante de patrones generados por los influencers. Ni de pensar debes preocuparte

La gente no lee

La gente no lee / Gonzalo León

Gonzalo León

Gonzalo León

Si te adentras un poco a analizar a nuestra sociedad actual como conjunto sueles acabar en reflexiones bastante complicadas. Ante ello, la individualidad suele ser el motivo de esperanza que sostiene todo.

Siempre ha sido un recurso clásico de los jubilados la crítica a las nuevas generaciones para, equiparando con las de su época, encontrar ahora menores expectativas.

Un servidor, por ahora, no tiene visos de jubilación, pero sí es cierto que, si tienes la oportunidad de trabajar cercano a las grandes masas, acabas conteniendo la respiración en numerosas ocasiones ante el fracaso colectivo que reflejamos en numerosas ocasiones.

Las generaciones más frescas de nuestra vida contemporánea tienen un horizonte marcado en muchas ocasiones por ciertas negatividades impuestas por la propia vida. Salarios ajustados, acceso imposible a la vivienda y una sociedad abocada irremediablemente a consumir cosas sin parar, convierten a sectores de la población en pequeños parásitos sin capacidad alguna de movimiento.

Ante el fracaso, es habitual echar la culpa a los demás o al gran cubo de la basura denominado ‘el sistema’. Dicho esto, quizá sea interesante realizar una reflexión al respecto de la necesidad de la implantación de valores morales y éticos en la gente para conformar sociedades más válidas.

Compararse con generaciones pretéritas para justificar los problemas quizá sea uno de los mayores errores. Los jóvenes de ahora tienen a su alcance una innumerable lista de oportunidades en todos los sentidos y ámbitos que hace cuarenta años eran inalcanzables para muchos.

Educación, cultura, tecnología, avances sanitarios, movilidad y fórmulas de relaciones sociales son ahora cientos de miles de millones de veces mejores que a lo que tuvieron acceso nuestros padres o abuelos. Sin embargo, la sociedad actual pare a diario a cientos de miles de parias ultra formados e indocumentados. Amebas intelectuales que cuando se enfrentan al más mínimo conflicto interno encuentran en su cerebro un cartelito que indica ‘No ha lugar’.

Y para asimilarlo mejor, siempre podemos adentrarnos en ejemplos cercanos para comprender con facilidad el lío en el que nos estamos metiendo. Málaga. Una ciudad extraordinaria, en constante avance y con grandes oportunidades pues tiene como objetivo atraer el talento a través de las nuevas tecnologías y formulaciones laborales.

Está de moda. Y también está carísima. Un compendio de dificultades que hace difícil la subsistencia en muchos casos. Sin embargo, el malagueño medio vive ajeno al mundo. En una inopia calentita y agradable para disimular su apatía absoluta con el entorno. Y lo hace en una doble vertiente. Apatía para aprovechar, así como para protestar.

Nuestra ciudad ha vivido en los últimos lustros diferentes circunstancias que han marcado la agenda local pero que han asentado únicamente en un público minoritario. El derribo de La Mundial, las diferencias en cuanto a la planificación urbanística de la ciudad, la evolución de la feria, la actualización de la Semana Santa a las nuevas exigencias de seguridad o la torre del puerto son algunos de los elementos que, para la gran mayoría local son del todo inexistentes pues les da absolutamente igual.

Sin embargo, esa minoría ciertamente ruidosa en algunos casos, puede llegar a derivar en falsas realidades que en el fondo no existen. Y es que, mientras unos pocos se rasgan las vestiduras por algún asunto, la mayoría vive feliz en su embobamiento, dando paseos por Muelle Uno entre franquicias de cucos y bares con decoraciones locales pero que radican en Moratalaz.

Lo curioso de todo esto es que, uno de los elementos al alcance de todo el mundo y llave para la libertad de conocimiento es la lectura. Todo el mundo sabe leer. Antes no. Pero ahora es complicado toparse con grandes núcleos sociales donde no se sepan interpretar las palabras. No existe. Y por eso llama la atención que no se haga uso de la lectura para asumir conocimientos.

Y no les hablo de lectura si quiera de libros. Me refiero a la lectura si quiera de todo lo que esté a tu alcance y te aporte información para crear tu criterio. Pero no. No existe.

Aquí se vive la vida a golpe de tuit y baile en tiktok. Con una dosis de First Date y la réplica constante de patrones generados por los influencers. Ni de pensar debes preocuparte. Y es fantástico. Porque estamos consiguiendo tener inmensas granjas de personas que repiten patrones y no dan un ruido. Todo tan fácil como desafiante pues, todo ello, conlleva el desarrollo de masas de estériles intelectuales que se fían de chorradas y repiten patrones.

Y eso, créanme, es un peligro. Y lo vemos a diario.

Un anormal fuera de la sociedad dice «Que te vote Txapote» al presidente del país y la gente lo repite. Se viraliza. Y los pseudo políticos lo repiten para captar la atención de los tontos. Y cuela. El humorista del Dúo Sacapuntas dice que la Semana Santa se ha privatizado y es para ricos. Y se viraliza. Y la gente lo repite. A lo mejor lo hace desde su silla que tiene desde hace treinta y siete años en calle Larios. Pero participa de ello. Y lo defiende y repite. Sin saber que es mentira. Porque no piensa. No lo sabe. Solamente repite. Y acaba cuajando.

Y observar eso en personas mayores puede llegar a resultar hasta gracioso. Pero empieza a verse en jóvenes. Que no leen. No saben nada y les ponemos en bandeja un sistema para que piensen que saben de todo. Y están siendo engañados y convertidos en trozos de carne inanimados. Las Fake News son una realidad y un verdadero riesgo para nuestra sociedad. Pero su denominación es injusta. Porque la noticia nadie la lee. Se leen los titulares. Y si no, pregúntenle a los diarios cuánta gente lee las noticias y cuántas se pasean por las portadas para creer falsamente que saben cosas.

Y no olviden algo. Los clics dan dinero. Y para que lo hagas debes poner titulares llamativos. Y la verdad no siempre lo es. Y se engorda la realidad. Y te la crees. Y opinas sobre algo que no existe. Y piensas que piensas. Pero en realidad eres uno más. Y todo eso sucede por algo muy preocupante: la gente no lee.

Viva Málaga.

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