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Las malas redes

Las malas redes

Las malas redes / Gonzalo León

Gonzalo León

Gonzalo León

Ayer un amigo apuntaba una reflexión de Carlos Alsina sobre la red social Twitter que me pareció interesante. Seguidamente de leerla fui en busca de la pieza extraída de la entrevista y en ella el periodista afinaba la justificación al respecto de su marcha de Twitter.

En líneas generales, apuntaba a dos fundamentos clave para esta acción: la desintoxicación de la red y asumir la dependencia que generaba; y en segundo lugar la necesidad de conocer qué era lo verdaderamente relevante cada día y que, por lo general, en ningún caso coincidía con lo que Twitter generaba.

Este planteamiento de Alsina es algo que, especialmente a los más jóvenes, habría que ir metiéndoles en el coco pues, de lo contrario, estaríamos permitiendo que sigamos participando y fomentando un mundo erróneo e irreal que nos genera más problemas que beneficios.

Cualquier cuestión del día a día en una comunidad, requiere de información veraz, datos y conocimiento para que los miembros de ésta encuentren mimbres con los que construir una opinión sólida al respecto.

Hoy eso resulta una quimera. La desinformación conviene a muchos grupos de poder pues, una vez idiotizados, es más fácil colar mantras interesados a gran cantidad de gente a partir de la cual tengas enraizadas en la sociedad una hermosa selección de porquerías ideológicas.

Twitter es una red social maravillosa. Estupenda. Una revolución de la comunicación y la información que ha cambiado el modelo. Pero también un lodazal pues carece, actualmente, de herramientas aplicables de control para evitar la generación constante de perfiles falsos y anónimos que intoxiquen.

La reciente compra de la empresa por parte de Elon Musk -que, por cierto, me recuerda muchísimo a Fernando Esteso, aunque no sé exactamente por qué- tuvo uno de sus momentos más interesantes cuando entraba en juego la valoración por parte del posible comprador al respecto del porcentaje de perfiles falsos que existían.

En este sentido, era evidente que los números de irrealidad en cuanto a los usuarios es alarmante a la par que preocupante, y condicionaba mucho la viabilidad de la herramienta.

Realidades así, convierten esta plaza virtual en un lugar con una serie de peligros que deben ser tenidos en cuanto cuando uno participa de ellos pues probablemente acabes envenenando el criterio hasta asumir como real una alucinación.

Aunque parece que hablamos de naves espaciales y futurismo de 2001: Odisea en el espacio de Kubrick, se ha convertido en algo cotidiano que podemos observar en el plano corto en nuestro ámbito social local malacitano.

Twitter, entendido aquí como sus actores, envenena constantemente el panorama social y político de Málaga a niveles sospechosos. Es cada vez más común encontrarte con decenas de perfiles anónimos y falsos que promueven desestabilizar, intoxicar y generar opiniones contradictorias a un público no siempre capacitado intelectualmente para navegar en estos mares.

La sociedad actual vive a golpe de tuit, lo escribía el otro día, y eso se aplica también a la polarizada sociedad actual en la que la dictadura de las minorías condiciona nuestra vida.

Y esto se promueve también en las redes sociales en las que, según el perfil o si estás en Instagram, Tiktok o Twitter, encuentras universos completamente dispares. Debemos ser conscientes de que en Málaga existe una legión de perfiles anónimos que luchan, por parte y parte, para atacar al alcalde y al jefe de la oposición. Que hay perfiles -algunos localizados, aunque ellos no lo sepan- que insultan, atacan y general escenarios hostiles en ámbitos como el deporte local, la Semana Santa o el urbanismo.

Y parece que no nos afecta. Porque sabemos que son falsos. Pero es una sensación irreal. Porque acaba condicionando hasta tal punto de que visualizas riesgos, crisis y caos que son totalmente falsos, artificiales e irreales. Solamente están en la app de tu móvil. Fuera no hay nada de eso. Y quizá vaya siendo hora de poner límites a estas vías de desinformación malintencionadas.

Hay que estar presente en ellas. Lo creo rotundamente. Pero de igual manera considero que ha llegado el momento de llamar a ciertas cosas por su nombre. Y no denunciar, pero sí alertar de evidencias que son claras.

En Twitter hay muchísimas personas sin capacidad ni criterio alguno que se esconden tras el anonimato y llegan a generar reputaciones y reconocimientos irreales. Piensa en esa red social y en la cantidad de majarones que son seguidos por cientos de personas. Y ahí están. Campando a sus anchas en un mar de tonterías.

Pero los problemas van por barrios. Y aunque el personal quiera mirar hacia otro lado, debemos ser conscientes que en Instagram y TikTok existe una nueva pornografía velada protagonizada por niños y jóvenes que exponen su género cárnico a cambio de falso reconocimiento cibernético a sabiendas de que el siguiente paso es eso que ahora se llama «monetización».

Podemos buscarle los nombres que quieras para que no parezca lo que no es. Así, te encontrarás con una «Creadora de contenido que monetiza su actividad en redes» que sube fotos marcando sus genitales, la gente mira sus fotos y vídeos y cuando lo ha visualizado mucha gente le dan dinero. ¿Eso cómo se llama? Usted y yo lo sabemos.

Pero el siguiente paso está en OnlyFans, una red privada en la que hombres y mujeres reciben dinero por parte de usuarios para que le muestren su cuerpo y realicen acciones de contenido sexual. ¿Eso cómo se llama?

Por eso es necesario tomar conciencia y limitar el uso de los más jóvenes de todo este universo que es sin duda alguna muy de mayores. Hay que tener tripas sin estrenar y una gran capacidad de análisis para no caer en las garras más peligrosas de las redes. Con tanto bueno y tanto malo junto. Un sinfín de oportunidades para obtener lo mejor de la gran plaza o acabar desinformado o consumiendo prostitución 2.0. Que Las Cañas y Calle Córdoba por las noches seguirán teniendo actividad, pero comparado con lo que hay en internet a cualquier hora, es un jardín de rosas.

Cuidado.

Viva Málaga.

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