Opinión | 360 grados

La tragedia siria y el orden internacional basado en reglas

Nos indignamos con razón cuando se nos muestra en las pantallas de televisión lo que ocurre en Ucrania, al menos en la parte del país afín a Occidente, pero nos olvidamos de la tragedia siria.

La tragedia de un pueblo inmerso también en una guerra civil y que acaba de sufrir, al igual que Turquía, un espantoso terremoto.

Hemos visto, gracias a los enviados especiales de todo el mundo, los trabajos de rescate de las víctimas en ese último país, miembro de la OTAN, pero ¿qué sabemos de lo sucedido en la nación vecina aparte de alguna intervención de los llamados ‘cascos blancos’?

El terremoto se cebó en las zonas del noroeste de Siria, incluidas las controladas por grupos islamistas o también kurdos, que apoyados por EEUU, combaten desde hace años al presidente Bashir al-Asad, al que sostiene, por el contrario, Rusia.

La Siria ‘oficia’, la que reconoce Naciones Unidas, está sometida por decisión de Washington a un draconiano bloqueo económico cuyo claro objetivo es derrocar al actual Gobierno.

Intento de cambio de régimen que no llega, pero que tiene al pueblo sirio totalmente asfixiado por culpa de las sanciones económicas a toda empresa, del país que sea, que burle ese bloqueo.

Se trata de las llamadas «sanciones secundarias», instrumento al margen del derecho internacional que aplica Estados Unidos a quienes desafíen lo que llama su «orden internacional basado en reglas».

Cualquier empresa que comercie con la superpotencia se lo pensará dos veces antes de desafiar a Estados Unidos, pues no podrá hacer en el futuro negocios en ese país.

Según el periodista sirio Kevork Almasian, las sanciones impiden a Siria comprar, por ejemplo, bombas de agua, vehículos y cuanto pueda necesitar para que los servicios públicos y las infraestructuras funcionen como es debido.

A raíz de este último terremoto y tras fuertes voces de las oenegés activas sobre el terreno, el Gobierno de Joe Biden se dignó suspender, aunque sólo por seis meses , las sanciones que pudieran afectar a la ayuda humanitaria, algo que Almassian califica de «decisión puramente cosmética».

Estados Unidos controla las zonas de Siria donde están los pozos de petróleo, lo cual impide al Gobierno de Damasco disponer de combustible para calentar las aulas de los colegios mientras que en los hospitales hay sólo diez u once horas de electricidad.

Cuenta también el periodista que hay en Siria una gran escasez de leche para bebés, y una conocida cantante libanesa hizo una importante donación aunque tuvo que encargarse personalmente del transporte.

Las sanciones estadounidenses impiden también los pagos a través de empresas como Paypal y tampoco se pueden hacer transferencias bancarias a quienes trabajen en la administración pública, según denuncia el periodista.

Al mismo tiempo, para no verse sometidas también a las sanciones occidentales, las oenegés han de estar registradas fuera de Siria, por ejemplo en Francia.

Claro que Siria no es, por desgracia, el único país que sufre las terribles consecuencias de lo que Almassian no duda en calificar de «sadismo de Estados Unidos», un país que al mismo tiempo se permite acusar a otros gobiernos de crímenes contra la humanidad.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents