Opinión | Notas de domingo

Jose María de Loma

Aficiones renovadas

Bisbal, en el acto del Día de Andalucía.

Bisbal, en el acto del Día de Andalucía. / Agencias

Lunes. El tren a Sevilla va lleno. Tras una hora y pico de trayecto, calculo que si fuera en coche me quedaría poco para parar en ‘Los cazaores’ y desayunar un mollete con aceite y jamón ibérico. Me conformo con leer columnistas, otra forma de alimento. A veces aceitosa también. O avinagrada. Un puntito de frío en la estación. El taxista me habla de que no hay casi básculas en Francia para pesar la carga que llevan los camiones de fruta que vienen de fuera de la UE. Y que eso se presta a fraude. Lo oigo con atención pero me despistan unos piragüistas en el Guadalquivir a los que observo desde el automóvil. Me parecen en la lejanía pececillos que tratan de flotar y alcanzar la orilla. Veo a obreros que se afanan en levantar ya las casetas de la Feria de Abril. Me tomaría una manzanilla con unas aceitunas. Plató. En el tren de vuelta leo Gran Granada, de Justo Navarro, noir literario exquisito. Llego a casa. La columna sin escribir. No sé si ordenar ideas para escribirla u ordenar el salón.

Martes. Fiesta. Día de Andalucía. Prefiero el 4 de diciembre. Desayunando, miro en Canal Sur el discurso de Jesús Aguirre, presidente del Parlamento. Así es uno de friki. Un discurso atrapalotodo y con tópicos, pero claro, un presidente de Parlamento, subido a un atril en el día de la Comunidad tampoco va a llamar a la revolución trotskista. Luego quito la voz y mientras leo los periódicos veo de fondo y de reojo la ceremonia de entrega de (mil) medallas. Me mensajeo con varios conocidos que están en el Teatro de la Maestranza. Maldades. Bondades. Fulanito no ha venido y Menganito es muy simpático. Canta Bisbal. El himno de Andalucía se presta a mil versiones y a ser cantado por todos los palos. Me quedo con la que la cantaora malagueña Virgina Gámez interpretó en 2015, por peteneras, en esta misma ceremonia. Nos lanzamos a la calle. Abrazar a los amigos alarga la vida. Si le suena la frase es que es asiduo de estas notas semanales. Si no le suena, bienvenido. O haga amigos. Cerveza en la Plaza de la Merced. A tope. No sé si soy el único español. El único andaluz. Los rayos de sol impactan en las aceitunas y las vuelven diamantes. El centro es un gentío sediento y hambriento que mata la jornada de fiesta dando bandazos. En calle Alcazabilla, un guía dice a un grupo que esta es una ciudad sabia y milenaria. Un miembro del grupo pregunta que dónde se comen espetos. Nos reciben en el restaurante como se recibe a un tío de América que lleva un lustro sin venir. La tarde galopa, se vuelve ligera, se consume y nos endominga siendo martes. ¿Habrá logrado espetos el turista del grupo?

Miércoles. En la mesilla, los libros no terminados conversan entre sí. Intercambian párrafos sin leer, se abrazan, se pegan, luchan por escalar en el montón y llegar arriba. Los cortos y delgados no resultan ser los más débiles.

Jueves. La vieja emoción que proporciona el fútbol. Tras una época de desafección, mi hijo me devuelve el entusiasmo. Todos los afanes, gestiones, marrones, trabajos y obligaciones de la jornada se vuelven más leves y llevaderos con el leit motiv de que esta noche es el clásico. El sonido del pitido arbitral que inicia el partido, el sonido que hace la lata de cerveza al abrirse. El fútbol. Tu equipo. Ya saben: la cosa más importante de las cosas no importantes. O no. Quién sabe. El fútbol: gran excusa para saltarse la ensalada.

Viernes. Hay dos tipos de personas: los que dicen tomar un vermú y los que dicen atizarse un vermú. Habrá que tomarse dos.

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