Opinión | Mirando al abismo

Amigos

En estas tardes de frío, bueno de humedad, porque en Málaga no hace frío, me embarga el desconsuelo de la absoluta certeza de saber que las cosas no han cambiado nada, que las mujeres seguimos siendo víctimas de una violencia misógina y absurda, como lo es todo tipo de violencia. En Filosofía Política se define la violencia como parte del subconjunto del poder y se dice además que hay dos tipos física y psicológica. Atendiendo a esto se puede ver claramente que cuando se ejerce violencia sobre alguien lo hacemos para obtener poder sobre él y el poder no es más ni menos que la capacidad de alterar los derechos y las condiciones de vida de otro o de hacer que otro haga lo que quieras.

Partiendo de esta base se sobreentiende que la violencia hacia las mujeres no es más que la resistencia agresiva de un sistema que se niega a cambiar. Quizá he empezado este artículo con un toque del pesimismo de los filósofos de la sospecha, pero a decir verdad, sí que hemos cambiado. Ahora las mujeres podemos estudiar lo que queramos, trabajar en lo que queramos, viajar y expresar nuestras opiniones libremente.

Aún así todavía hay un segmento de la población que ve mal esta retribución de derechos y oportunidades que la sociedad nos debe, a las mujeres, desde la Ilustración. He leído y visto en las noticias cómo un joven de veinte años asesinaba de un tiro en la cabeza a su pareja de diecisiete. Otra mujer muerta, asesinada por ser eso, una mujer.

Hoy no quiero hacer hincapié en el trasfondo social de estos asesinatos, hoy quiero desahuciar a mi desesperanza acordándome de mis amigos, sí, amigos en masculino plural. Esos hombres que me han acompañado en el camino y de los cuales he aprendido tantas cosas. Están Rafa, Berni, Pedro, Daniel, José Ángel, Antonio, Alberto, Edén, Eduardo…

Me quiero acordar también de Miguel, ese gran amigo que llegó a mi vida por accidente y con el que comparto tardes hablando de libros, series, política, lo divino y lo humano. Él me escucha con paciencia y con su carácter tranquilo y las horas vuelan y el tiempo se vuelve indeterminado.

Tras ver aquellas noticias tan demoledoras y violentas, recordar a mis amigos me hace darme cuenta de que soy afortunada. He tenido la suerte de compartir aulas, calles y café con personas, con seres humanos, que entienden que somos iguales aunque nuestra biología sea diferente.

Todo esto me ha llevado a pensar que al igual que el nacionalismo se cura viajando, la misoginia lo hace con el amor, porque la amistad es una de las formas más desinteresadas de amor que existen y donde hay amor no cabe la violencia.

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