Opinión | La señal

Teoría del putiferio

Y al que no le gusten, que se vaya, como dijo el frívolo de Rajoy en Alicante

De un país en el que caerse de camino al bar en horario de trabajo es un accidente laboral, ¿qué se puede pensar? Pero eso es lo que ha sucedido. Y es que a los soldaditos de plomo, que es lo que somos, se nos mueve por el antojo de un tipo que juega divertido. Hasta se da el caso de un abogado al que se le ocurre escribir un modelo de texto para reclamar la atención personal de los funcionarios y que no te obliguen a la pena de la cita previa, como súbditos, por aquello del artículo 103 de la Constitución y esas cosas.

Después te sientas un momento, abres el periódico y lees que, por primera vez en la historia, los extranjeros acaparan en España todo el empleo creado el pasado año, y se pierden afiliados nacionales aunque se disparan los funcionarios, yo creía que las tecnologías destruían empleo, pero resulta que no. Debe ser la doxa, no la episteme, me digo.

Y ¡plaff!, Urdangarin recibirá veinticinco mil euros mensuales de su mujer, será por dejarla por otra, claro, ¿y de donde sale el dinero?, ¿será secreto oficial como el uso del Falcon? Pues eso. Otro que nos quiere hacer republicanos, no basta con el Emérito, uno más de la familia y que, además, fue condenado. ¿Ves, Felipe?, ya sé que no siempre se pueden elegir las mejores compañías.

Pero la vida sigue y queda claro que desde los primeros convolutos en el PSOE se han registrado numerosos y abultados casos de corrupción en este partido, incluidos los EREs -que no han recibido ningún Premio de Andalucía, oye-, pero resulta que ahora llega Tito Berni con sus diputeros, y hasta con un general retirado de la Benemérita -que manda bemoles-, y le sale en su ayuda Jorge Fernández Díaz, al que Anticorrupción le pide quince años de cárcel, el PP siempre emulando al PSOE, no te digo. Todo por la Kitchen, que no es ninguna chica del barrio, sino la supuesta operación para hacerse con los papeles de Bárcenas para que el jefe no quedara salpicado. En Podemos son más románticos porque tienen novios en el extranjero. Por eso, y tantas cosas, Ferrovial deja España, no es por lujo, sino por necesidad. En fin, estas son las huellas dactilares de España. Y al que no le gusten, que se vaya, como dijo el frívolo de Rajoy en Alicante. Al final se tuvo que ir él, pero por una moción de censura que triunfó gracias a la traición de los diputados vascos, a los que pagaba con prebendas hasta que le dieron la patada. Claro que Roma paga traidores, desde siempre. De aquellos lodos, pues estos putiferios. Bien es verdad que los puteros se relajan en restaurantes y burdeles por nuestro bien, todo por la patria, les he oído decir a estos politicastros, ellos desempeñan una función social, poner en contacto a empresarios con políticos, ese hueco tiene que llenarlo alguien, la naturaleza le tiene miedo al vacío, lo advirtió Bacon.

Doy unos pasos atrás para coger impulso. Sergio Pascual, fue secretario de Organización de los podemitas en sus dos primeros años pero resulta que cayó en desgracia en 2016, vamos, que tuvo el honor de ser el primer purgado de la dirección del partido. El secretario general le dio la papela y le regaló unos cuantos insultos y es que Sergio fue novio de Irene antes que Pablo y eso, tarde o temprano, se paga, y lo pagó. Bueno, también lo fueron Rafa Mayoral y Juanma del Olmo, pero esas son otras historias, por eso digo lo de románticos. Lo musitaba Gabriele D’Annunzio, este exilio es el castigo a mi larga devoción. Mientras tanto, a los súbditos, como a los perrillos que comen de las migajas que les echan desde las mesas los poderosos, nos entretienen con la televisión. Es cierto que la reescritura de la obra del autor de Matilda, Roald Dhal, para suprimir «gordo» o convertir a «cajeras» en científicas muestra las fauces del monstruo, la censura de este siglo, pero como la gente no lee pues no pasa nada. Lope de Vega lo dijo bien claro:

¿Quién sino yo tan ciego hubiera sido,

que no viera la luz? ¿Quién aguardara

a que con tantas voces le llamara

aquel despertador de tanto olvido?

¿Quién sino yo por el abril florido

de caduco laurel se coronara,

y la opinión mortal solicitara

con tanto tiempo, en tanto error perdido?

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