Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA
Trabajos basura
¿De dónde surge la exigencia de una burocracia tan invasiva? ¿Cuál es su finalidad real? No lo sabemos

Los dos frentes. El avance de la civilización en Málaga se muestra en la calle Alcazabilla en dos frentes: por un lado, el espectáculo del Teatro Romano y por el otro la desaparición de la Casa de la Cultura, cuyo derribo supuso un gran paso para la Humanidad (de por aquí). Derribada la ´burocracia cultureta´ del anterior régimen, la Malaca romana recuperó su lugar privilegiado a los pies de la Alcazaba. Queda un tercer frente por surgir: el que salga de las profundidades de esta calle tan meneada. / Gregorio Torres
En 2018, el antropólogo estadounidense –y activista del anarquismo– David Graeber publicó un influyente ensayo titulado ‘Bullshit Jobs’, concepto que en español equivaldría a ‘trabajos basura’. «Esta expresión –resume ChatGPT– fue popularizada por Graeber para referirse a trabajos que parecen no tener una verdadera utilidad social o económica, y que en muchas ocasiones implican tareas repetitivas, monótonas o incluso perjudiciales para la salud de los trabajadores». Se trata de ocupaciones desconectadas de las auténticas necesidades humanas, labores que resultan en muchas ocasiones absurdas o que aportan muy poco al bienestar colectivo. Graeber distinguió cuatro tipos de oficios inoperantes: los ‘floreros’, que carecen cualquier funcionalidad; los ‘parásitos’, que dependen de algún otro trabajo basura; los ‘guardianes’, que se dedican a vigilar a otros trabajadores; y los ‘matones’, que están destinados a dañar a otros, como las personas que elaboran los informes conducentes al despido de una parte de la plantilla o a la reducción de sus salarios. Por supuesto, hay algo vago en el análisis laboral que realiza Graeber, donde a menudo simplifica en exceso la complejidad de la economía moderna, con la presión globalizadora por un lado y los procesos de automatización por otro; pero eso no excluye cierta verdad de fondo, sobre todo en lo psicológico y lo humano.
Pensemos, por ejemplo, en la dictadura burocrática que se ha ido imponiendo en la administración pública y también, quizá de forma parasitaria, cada vez más en la empresa privada. Documentos y documentos sin ninguna utilidad real que hay que rellenar únicamente para ser archivados. Se dijo que la introducción de la informática simplificaría muchos de estos procesos, pero ha sucedido al revés: se han deshumanizado aún más las relaciones sociales (por no hablar de los efectos negativos de la automatización sobre la ciudadanía menos alfabetizada digitalmente). ¿De dónde surge la exigencia de una burocracia tan invasiva? ¿Cuál es su finalidad real? No lo sabemos. En una línea similar, hay otro tipo de bullshit job, tan común que se ha vuelto habitual, asociado a la obsolescencia programada: arreglar algo para que se vuelva a estropear en un plazo determinado de tiempo. Poco importa si se trata de un problema mecánico o de un software o algo referente a cualquier otro ámbito; la clave es que el arreglo tenga un periodo tasado.
La abundancia de empleos basura nos habla también del sentido del trabajo. Antiguamente, este mantenía un vínculo con la eternidad y se trabajaba ‘soli Deo gloria’, como solían rubricar sus partituras Bach y Händel. La excelencia iba ligada a su perdurabilidad. Nadie se compraba una prenda de vestir para llevarla una sola temporada ni adquiría un mueble para unos pocos años. Cuando yo era niño, en los años setenta y ochenta del pasado siglo, los electrodomésticos funcionaban durante décadas, sólo con alguna mínima reparación. Los sistemas económicos modernos fueron alterando ese punto de equilibrio, a pesar de que el eslogan preferido en los años 90 fuese la calidad. Al final sucedió lo contrario, como bien sabemos. Las viviendas se fueron empequeñeciendo (sustituyéndose la compra por el alquiler) y los bienes fueron acortando su duración de uso. Es cierto que nos hemos convertido en una sociedad especializada en generar cantidades industriales de basura, de la cual el trabajo constituye sólo una variante más. Cualquier día podremos dejar de ser necesarios. Y a nadie le importará demasiado.
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