Tierra de nadie

El alma y las cenizas

Juan José Millás

Juan José Millás

Una señora telefoneó a uno de esos programas nocturnos de la radio que tanto consuelo nos dan a los insomnes. Contó que vivía sola y que tenía la tele encendida las 24 horas del día y que se había acostumbrado a verla como si fuera una chimenea cuyo fuego reducía o avivaba con el mando a distancia. Manejaba con gran habilidad el control de intensidad de los colores, de forma que podía provocar en la pantalla verdaderos incendios cromáticos seguidos de tonos grises y apagados que evocaban el puñado de cenizas que quedan en el hogar al final de las tardes de invierno. La locutora le preguntó si no prestaba atención alguna a los contenidos de los programas y dijo que no, que los contenidos se los sabía todos. La tele solo le interesaba ya en calidad de chimenea.

-Por cierto -añadió-, que ayer la aticé tanto con el mando a distancia que los colores se salieron de la pantalla e incendiaron el salón. Prendieron primero en los marcos de los cuadros que hay encima del aparato y luego las llamas de colores se extendieron a las cortinas y a la mesita baja del café y a la alfombra. Todo ardía, incluso el aire se llenó de fogonazos rojos, azules y amarillos que prendieron también mi bata de andar por casa. Toda yo me inflamé en cuestión de segundos: mi pelo, mis piernas, mis muslos, mis pechos, mis caderas…

-Se quedaría abrasada -intervino la locutora en tono condescendiente.

-Abrasada, no -respondió la señora- porque los colores no queman. Además, enseguida reduje la intensidad con el mando a distancia y los principales focos del incendio se sofocaron, quedando reducidos a cenizas invisibles.

-¿No quedan restos, pues? -insistió la conductora del programa.

-En el exterior, no, ninguno.

-¿En dónde entonces?

-En mi corazón -respondió la mujer-. Mi corazón se queda lleno de cenizas de color gris, cenizas que lo van cubriendo y que ahogan sus latidos, cenizas que lo entierran poco a poco. Moriré de eso, de las cenizas que dejan las llamas de colores en mi alma.

Dicho esto, colgó y eso fue todo.

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