EL CONTRAPUNTO

Aquella aviadora que vino de las minas de Ucrania

Nadia Popova siempre fue admirada como la aviadora más fascinante de la aviación militar soviética. Además de ser la más valiente

Nadia Popova

Nadia Popova

Rafael de la Fuente

Rafael de la Fuente

Ya nos lo dejó escrito en su diario el gran Cesare Pavese. Con estas palabras, en un 26 de septiembre de 1943, durante aquella guerra mundial terrible, la que no nos dejan olvidar: «...Que sea lo que debe ser. De aquí lo maravilloso de los númenes que hacen que suceda lo que quieren; de aquí las normas mágicas, los tabúes o las fatalidades, que deben ser observados; de aquí la catarsis final, que es la aceptación del deber ser».

La guerra de Ucrania, desde hace un año casi justo, ya se ha convertido en una sangrienta tragedia diaria. En una Europa, hasta ahora alegre y confiada. ¿Nos hemos acostumbrado a la novedad de su dolorosa presencia? Pues es la que cada día ensombrece nuestras vidas. Y aprendemos a pronunciar los nombres de lugares, como Donetsk, de trabajosa articulación para nosotros los españoles. Y que son ahora estaciones de un atormentado y cruel nuevo Vía Crucis. En las que los horrores de hoy siempre superarán a los de ayer. Como un cometa aciago que va desgranando cada día una interminable estela de muertos, en la que flotan niños, mujeres, ancianos y hombres buenos. Todos en su desgarrador papel de víctimas inocentes.

Dos soldados en la ciudad de Bajmut, en el este de Ucrania.

Dos soldados en la ciudad de Bajmut, en el este de Ucrania. / Reuters

Recuerdo que una legendaria aviadora ucraniana, Nadeshda ‘Nadia’ Vasilievna Popova, nació en el Donetsk, en Ucrania. En un 17 de diciembre de 1921. Fue condecorada al final de la Segunda Guerra Mundial. Con la máxima distinción que se concedía en la Rusia de entonces. La de Heroína de la Unión Soviética. Se honraban sus épicas hazañas, su abnegación y su valentía. Como millones de rusos, ella luchó entonces contra los ejércitos nazis que habían invadido su país. En los cielos de Rusia, Polonia y la Alemania del Tercer Reich. Siempre la acompañó una buena estrella. Una vez aterrizó con 42 impactos de proyectiles enemigos en su avión. Fue Nadia, según criterios de entonces y de ahora, una mujer de gran belleza, en lo físico y en lo espiritual. También fue bondadosa y compasiva. E incluso elegante en la práctica de esas virtudes. Aunque ella parecía que no se daba cuenta. Como no había uniformes para las aviadoras, siempre se arreglaban con los de menor talla de los hombres. El problema eran las botas.

Nadia Popova siempre fue admirada como la aviadora más fascinante de la aviación militar soviética. Además de ser la más valiente. Se negó a llevar paracaídas. Para poder transportar unos litros más de combustible en su avión. Una noche, durante la campaña de Polonia, realizó 18 ataques contra posiciones enemigas en un viejo biplano PO-2. Cuando llovía, el agua caía sobre el panel de instrumentos. La radio jamás llegó a funcionar.

Su sonrisa casi nunca la abandonaba. Y era verdad que esos eclipses que ensombrecían su rostro sólo aparecían cuando el avión de algunas de sus compañeras se perdía para siempre en la nada. O el día que regresó a su casa y descubrió que los soldados enemigos habían talado los cerezos de sus abuelos. Falleció en Moscú el 8 de julio de 2013, con 91 años.

Observé que aquella ucraniana excelsa, Nadia Popova, recibió durante aquellos días del verano de 2013 los emocionantes honores de excelentes y muy bien documentados obituarios. Tanto provenientes de España como del resto de Europa. Incluso en el augusto The Economist. Fue en su número del 20 de julio del 2013. Probablemente ése fue el más elocuente de todos los homenajes recibidos . El semanario británico siempre había sido implacablemente hostil a la ideología política que hizo posible la antigua Unión Soviética. En sus peores y mejores momentos. El saludo respetuoso a su persona, ofrecido por un adversario ideológico como The Economist, se podría equiparar en el pecho de la aviadora a una condecoración más. Como su Orden de Lenin o las tres medallas otorgadas por su alto grado de heroísmo en la Guerra de la Patria. Quizás hoy necesitemos más que nunca que los héroes de antaño nos recuerden que en aquellos tiempos de tinieblas y horrores ellos fueron la única luz que nos podía iluminar. A pesar de Stalin, un machista correoso, abiertamente hostil, cuando le mencionaban la posibilidad de que las mujeres pudieran un día pilotar aviones de combate.

Como lo hemos dicho: nos lo dejó escrito el gran Cesare Pavese, nuestro hermano italiano: «Que sea lo que debe ser».

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