La Libreta del Duque de Chantada

El hijo de Zoran (Kalinic)

Mel Otero

Mel Otero

Zoran Kalinic era una de las estrellas del deporte de la extinta Yugoslavia. Once campeonatos de Europa y cuatro mundiales en tenis de mesa le convertían en una celebridad en el país. Sobre todo uno de ellos, el campeonato mundial de 1983 logrado junto al croata, Dragutin Surbek, y venciendo en la final a la temida pareja china, defensora del titulo, que formaban Xie Saike y Jiang Jialiang. En la sala de trofeos familiar hay muchas copas y medallas pero las de Zoran ocupan el lugar mas destacado. Su madre, Dragica Tosic, jugó al voleibol, el mismo deporte que practicó su hermana Mina. Su hermano mayor, Uros, se convirtió en una estrella del waterpolo y hasta logró la nacionalidad francesa para jugar en el Montpellier. ¿Y Nikola? Pues el actual jugador del Barcelona no lo tenía nada claro y practicó varios deportes hasta que, como cuenta en una entrevista con Vladimir Stankovic, se decidió por la pelota naranja: «Fue decisivo el Mundial de Indianápolis 2002. Yugoslavia ganó el oro y todos los chicos de mi barrio en Subotica queríamos jugar al baloncesto». Mientras en medio mundo se señalaba al árbitro griego, Nikos Pitsilkas por sus decisiones en el final de la prórroga, años después el propio colegiado reconoció que se había equivocado a favor de los «plavi», el oro de los Bodiroga, Rakocevic, Stojakovic, Divac o Gurovic sembraba las canchas balcánicas de niños que soñaban con emular a sus ídolos. 

Nikola lo consiguió aunque no sería gracias a las habilidades negociadoras de su padre como representante. En una entrevista en Basket News recordaba cómo fue su primer contrato profesional con Novi Sad. Su padre cerró un salario de 300 euros al mes el primer año, aumentando a 600, 900 y 1.200 euros cada una de las temporadas siguientes. Sin salida, sin bonus, sin revisiones posteriores. Nada. Un acuerdo que le vinculaba con el club hasta los 22 años. Kalinic le cuenta a Donatas Urbonas que incluso le ofrecieron una vivienda y las comidas, algo que fue rechazado cortésmente por su padre porque «no, no, se va a vivir con su hermana y van a cocinar juntos». Afortunadamente para Nikola, Novi Sad se retrasó en los pagos, pudo salir del contrato y su padre no siguió siendo su representante.

Kalinic es un jugador especial. No suele brillar en las estadísticas pero sí en los intangibles y es vital para el desarrollo del equipo e insustituible para sus entrenadores. Con un palmarés más largo que la lista de los reyes godos sólo se le resisten los éxitos con la selección de Serbia, dos platas olímpicas y mundiales, pero sin campeonatos. Trabaja para sus compañeros con el sindicato de jugadores y cuando después de la pandemia del COVID decidió volver un año a jugar a su país, dijo «no» a una jugosa oferta del Partizan y de Obradovic, con el que había ganado la Euroliga en el Fenerbahçe, para jugar en el club donde se formó, el Estrella Roja. «Tuvimos contactos y le dije que no quería hacerlo, hubiera sido una estupidez. No era apropiado cambiar así de colores. Especialmente si puedes jugar para tu equipo».  

Kalinic sigue admirando a Stojakovic y al ex cajista Milan Gurovic, y este domingo será uno de los grandes peligros del Barcelona que visita el Carpena. No desde el primer plano pero sí desde la trinchera. Una jornada que enfrenta a cuatro de los cinco primeros. Real Madrid contra Baskonia y Unicaja contra Barcelona, para ir aclarando un poco más las posiciones de play off. La victoria ante el Limoges da un poco de aire a un equipo verde que necesitará la magia del Carpena más que nunca para seguir volando y seguir soñando. Suerte. 

Suscríbete para seguir leyendo