EL CONTRAPUNTO

El Hotel Victoria-Jungfrau, Interlaken

Rafael de la Fuente

Rafael de la Fuente

Como hotelero he estado dos veces en ese espléndido hotel suizo. Al que llaman «La Grande Dame de los Hoteles Suizos» . Fue inaugurado en 1865. Está gloriosamente situado entre dos hermosos lagos alpinos, con el ‘massif’ del Jungfrau cerrándonos el horizonte con sus cumbres nevadas. Me he prometido a mí mismo que haré todo lo posible para poder regresar a ese ‘Palace’, siempre admirable, tan pronto como la Santa Providencia así me lo permita.

Allí se hospedó Mark Twain en el verano de 1878. Confesó que admiraba el trabajo de las camareras que servían la cena, «vestidas con el bonito y favorecedor traje regional de las campesinas suizas». Después de la cena, tanto él como otro ilustre huésped, el Emperador del Brasil, solían, siempre que el tiempo lo permitiera, contemplar el impresionante paisaje que se divisaba desde la terraza de aquel hotel, ya indiscutiblemente legendario.

El nombre alemán de Interlaken viene del latín: ‘Inter Lacus’, entre lagos. Es el centro de la hermosa región que nos espera entre el lago de Thun y el Brienz, conocida por los lugareños como el Bödeli. Recogían las antiguas crónicas de hace muchos siglos la existencia en aquellos parajes de un venerable monasterio de la Orden de San Agustín. No lo puedo evitar. Mi emocionado respeto por esa Orden ejemplar. No en vano estudié el Bachillerato en el siempre añorado Colegio de los Padres Agustinos de Málaga, mi ciudad natal.

En 1803 ya existían en Interlaken tres establecimientos dedicados a albergar viajeros. En 1856 un joven hotelero, Eduard Ruchti, adquirió la modesta Pension Victoria, la antigua casa del médico local. Ocho años después el maestro Ruchti encargó a dos ilustres arquitectos, Friedrich Studer y Horace Edouard Davinet, el diseño del nuevo Hotel Victoria. En 1895 adquirió también el Hotel Jungfrau, un edificio colindante, construido por Davinet en 1864. En 1899 ambos hoteles fueron unidos en un sólo edificio.

El flamante Victoria-Jungfrau convirtió rápidamente a la pequeña población de Interlaken en un lugar privilegiado que brillaría con luz propia en el mundo mágico de los grandes centros de turismo internacional y de deportes de invierno de la Suiza central, con complementos tan importantes como el tren de cremallera que sube en el Jungfrau hasta la estación de ferrocarril más alta de Europa, con una altitud de 3.454 metros. Era bien sabido que el nuevo hotel ofrecía a una exigente y elegante clientela internacional unos niveles de confort e instalaciones casi excepcionales para aquella época, entre las que figuraban la iluminación eléctrica, el agua caliente en cada habitación, además del teléfono y los ascensores.

Esa Edad de Oro del pujante turismo helvético fue súbitamente amenazada por el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Gracias a la neutralidad de Suiza en el conflicto y a una excelente gestión hotelera, el Victoria-Jungfrau pudo vencer con relativa facilidad las dificultades de aquellos tiempos complicados. Manteniendo sólidamente su posicionamiento como uno de los más admirados grandes hoteles de la pacífica y siempre inteligente Suiza.

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) aisló de nuevo a Suiza, de nuevo protegida por su neutralidad y la firmeza y la determinación de su admirable pueblo. Que esperaba con serenidad y visión de futuro el retorno de la normalidad a su floreciente y rentable industria turística. Durante las hostilidades del nuevo conflicto internacional, tanto el estratégico emplazamiento y las excelentes instalaciones del Victoria-Jungfrau aconsejaron al Gobierno Federal Suizo la conveniencia de instalar en el hotel el cuartel general del ejército helvético, al mando del prestigioso general Henri Guisan. La Segunda Guerra Mundial terminó en el verano de 1945. La laboriosa Suiza volvió a abrir sus puertas a cientos de miles de turistas, ávidos de disfrutar de lugares llenos de paz, cultura y belleza, como Interlaken y el Jungfrau. En 1950 el hotel fue renovado en profundidad. Las habitaciones fueron modernizadas y mejoradas con la instalación de nuevos y muy atractivos cuartos de baño . Se construyó una nueva piscina y la famosa ‘Salle Napoléon’, que fue convertida en un gran salón de banquetes y reuniones.

En 1970 comenzó una nueva y prometedora etapa en la trayectoria del hotel, con un formidable equipo de dirección en el timón, liderado por Emanuel y Rosmarie Berger. La fama y el prestigio internacional del ya centenario hotel alcanzaron el más alto nivel. Los trabajos de mejoras nunca cesaron . Un club de tenis, el nuevo diseño de los jardines y la renovación del Restaurante ‘La Terrasse’ y los elegantes salones de la ‘Belle Époque’ dan hoy fe de ello.

En 1990, marcando el 125 aniversario, se puso en marcha un ambicioso programa de nuevas inversiones en este gran hotel, ya conocido como el Victoria-Jungfrau Grand Hotel & Spa. Gracias a la creación de uno de los más espectaculares Spa de Europa. En 1994 se convirtió la antigua torre del edificio en la impresionante Tower Suite. Coincidió esto con la terminación de un centro de reuniones y congresos, el ‘Coté Jardin’. Al mismo tiempo el antiguo Racquet Club se convirtió en un espléndido restaurante especializado en la mejor cocina italiana. La veterana ‘Jungfrau Brasserie’ fue también restaurada, con la feliz recuperación de los hermosos murales y frescos de un siglo antes. ‘La Terrasse’ sigue triunfando, con su cocina de altísimo nivel, con sus impresionantes vistas y con el ya clásico acompañamiento de su gran piano.Un indiscutible favorito de los huéspedes de este mítico hotel.

Como ya dijo en 1860 el gran John Ruskin: «Las montañas son el principio y el fin de todos los paisajes sublimes». Como muchos grandes hoteles.

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