Notas de domingo

Delicias granadinas

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Todo el peso de lo que puede ser una semana ajetreada se le viene a uno encima debajo del edredón. Hay una ola de calor, dicen por la radio. Será fuera. El café mueve el mundo y mi cafetera se mueve garbosa y me mima. Desayunando, recuerdo el fin de semana, en Granada, cañas en El Realejo, almuerzo dominical en Tinta Fina, buenas quisquillas de Motril, en plena calle Ganivet, vía que tantas resonancias históricas tiene. Sin ir más lejos, sale en Gran Granada, magnífica novela de Justo Navarro que leo estos días. Ganivet se tiró a un río en Riga «hastiado y malhumorado» después de llevar una vida agitadísima por esos mundos de Dios como cónsul, atleta sexual, escritor y aprendiz de idiomas. Escribió mucho y siempre le dolió España y su destino. Granada en domingo. La tarde fue estupenda, con una tertulia en un café y un paseo vivificante. Mirando el cielo de Granada le vienen a uno recuerdos de tantos y tantos días, y noches, en esa ciudad, con tantos amigos. Veo que en un celebradísimo bar de antaño hay ahora apartamentos turísticos.

Martes. A Ramón Tamames le falta ya salir en el Hola. Pero él no se casa con nadie.

Miércoles. Tertulia en el Framil con mi director y mi redactora jefa. Se une Mariano Vergara, escritor y presidente de la Fundación Unicaja, que viene agitado y ocupadísimo. El Centro está bullicioso y mientras los turistas pasan repasamos la vida de algunos contemporáneos y salen, vienen y van, nombres y nombres por la conversación. Vergara, que nos comparte su ferviente deseo de ver la exposición de Vermeer en Amsterdam, deja varias frases brillantes que quedan flotando en el aire, se elevan, vuelven, se meten en nuestro acervo. Pido otro café y ensayo mentalmente cómo meter la conversación en estas notas dominicales. De vuelta a la redacción recibimos varias visitas y me mensajeo con Alfredo Relaño, que presenta libro el viernes en Torremolinos. Siempre me ha atraído la idea de novelar la vida de un futbolista, pero entretanto más vale redactar varios textos pendientes para el periódico y editar otros. A mediodía, el Refectorio de La Malagueta está a tope; veo a varios actores que están estos días aquí por el Festival. También a un concejal algo polémico, Loma, no me saques en eso que haces los domingos que te conozco. Va peor vestido, dentro de lo bien que viste, que otras veces. Larga caminata para volver al trabajo. De madrugada, comienzo a ver Todo a la vez en todas partes, la triunfadora de los Oscar. Programo verla en dos noches. Pero estoy maleado. No puedo dejar de pensar en la crítica que le ha hecho Carlos Boyero. Luego dicen que la crítica ha perdido poder. Suelen proclamar eso los que nunca han leído una. Me quedo dormido cuando la china protagonista se pone los cascos que le da el marido en el ascensor.

Jueves. Mi amigo Juan Varo Zafra, profesor de la universidad de Granada y maestro del aforismo: «Lo que llamamos talento desaprovechado no es más que el talento en desaprovecharse». Lo extraigo de su libro El demonio meridiano (Cuadernos del vigía), que se publicó hace un tiempo ya pero que al fin me hace llegar Felipe Mora, escritor, abogado, amigo común. Otro aforismo de Varo: «Los padres esperan con verdadera ansiedad que sus hijos hablen para poder decirles que se callen». Fantástico.

Viernes. La cuestión es si embridar o no el entusiasmo.

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