Opinión | Redes
Redes sociales y tráfico de drogas

La UE busca que los gigantes tecnológicos paguen por el uso de las redes digitales. / Shutterstock
Los emprendedores de actividades ilegales estadounidenses han descubierto un excelente canal gratuito para vender sus productos: a través de las redes sociales. En Colorado, el departamento de justicia ha abierto una investigación en la que han comparecido responsables de Meta (antigua Facebook), Snapchat y TikTok, organizaciones sociales, expertos, jóvenes, activistas y agentes de la ley, para elaborar un detallado informe de 182 páginas en el que se pone de manifiesto que estas redes se han convertido en una suerte de jungla de silicio, en las que la delincuencia y el trasiego de estupefacientes es tan fácil como enviar un emoticono.
Quién lo iba a imaginar. Las redes y las plataformas han impulsado un modelo de negocio basado en la ausencia de responsabilidades. Los gurús de la mal llamada economía colaborativa hablaban de plazas de alojamiento sin hoteles y de flotas de vehículos operadas por sus conductores. El tiempo ha demostrado que el verdadero negocio estaba en la elusión de la normativa hotelera y en la contratación de falsos autónomos sin apenas derechos laborales. Lo que es la vida.
Las redes se lavan las manos respecto a lo que sus usuarios cuelgan o comparten en ellas. Ocurre con los casos de acoso, con la difusión de mentiras y también, por lo visto, con el intercambio de sustancias ilegales. Ya en 2022, la agencia antidroga estadounidense, la famosa DEA de las películas y series de televisión, advirtió sobre la facilidad existente para poner en contacto a compradores y vendedores. El trabajo del fiscal de Colorado ha permitido corroborar todas estas cuestiones.
La epidemia de opiáceos que asola los Estados Unidos cabalga a lomos de las redes sociales y su falta de control. El fentanilo es el producto estrella, responsable de la muerte de casi 110.000 personas en 2021, en una sociedad en la que cada palo debe aguantar su vela, hasta que el pábilo se apague. Los vendedores de sustancias prohibidas utilizan métodos creativos de márketing, a menudo codificados, para vender sus productos en las redes y plataformas de internet. Un emoji basta para dar pie a una transacción ilegal, disfrazada de inocente conversación entre amigos.
El documento de Colorado afirma que acabar con el acceso online a sustancias ilícitas es un reto de internet en su conjunto. La moderación de contenidos no ha funcionado. En las redes parece ser más fácil comprar drogas que ver un pezón femenino. Sin duda es el signo de los tiempos.
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