Tribuna

¿Quién teme a los fondos europeos?

Ester Oliveras

La lluvia de millones de los fondos europeos fue acompañada de advertencias sobre las dificultades que supondrían su gestión y su ejecución. La parte de los fondos dirigida a la rehabilitación de viviendas y edificios las está sufriendo. Son programas bien dotados, que incluyen transferencias directas a las comunidades autónomas.

Un presupuesto destinado, sobre todo, a la mejora de la eficiencia energética a través del cambio de ventanas, o a colocar paneles solares en los tejados y, si se cumple esta premisa, se pueden subvencionar también mejoras en accesibilidad, con ascensores o ampliando los marcos de las puertas. Un presupuesto que beneficia a personas y a empresas, pero que se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para comunidades autónomas, ayuntamientos, pymes, comunidades de vecinos y familias. Veamos las dificultades que plagan este proceso.

En primer lugar, una burocracia excesiva. Las ayudas se rigen por criterios europeos que exigen justificar cada euro, y el número de documentos es abrumador. En función del tipo de reforma, se requieren por encima de la veintena de documentos; documentación que pruebe la realización de las obras y que han tenido el efecto deseado en términos de eficiencia energética.

En segundo lugar, existe poca homogeneidad entre las convocatorias, no solo de una comunidad autónoma a otra, sino incluso dentro de una misma comunidad autónoma. Esto obliga a las empresas a dedicar tiempo a estudiar cada una de ellas para ser capaces de explicarlas a sus clientes potenciales, y deberán pagar alrededor de 500 euros por las gestiones.

En tercer lugar, el proceso de tramitación y resolución del expediente, ejecución de las obras y cobro de la subvención tampoco está exento de dificultades. En las tramitaciones de expedientes existe un cuello de botella y la administración pública tarda en contestar. Puede ser que falte documentación o que se concluya que el proyecto no cumple con las condiciones necesarias. Y, al final de ese camino, como las convocatorias son hasta «finalizar presupuesto», si vas demasiado tarde, te quedas sin subvención.

En resumen, para un cambio de ventanas: primero, entender la convocatoria o pagar para que se la gestionen; hacer el papeleo; presentar el proyecto; llevar a cabo la reforma; pagar la reforma; cruzar los dedos para que el proyecto cumpla con todos los requisitos; rezar para que todavía haya presupuesto dentro del programa, y esperar meses al cobro de la subvención.

Este proceso requiere de cierta solvencia económica. Aquellas familias -y son muchas- que económicamente viven al día, no pueden permitirse esta inversión. Con ello se genera lo que se conoce como «prima de pobreza»: si uno está en una situación más holgada económicamente, acaba pagando menos. Mientras tanto, otras familias no habrán podido hacer la inversión y continuarán asumiendo facturas más elevadas de electricidad y gas. Y no, no estamos hablando solamente de familias vulnerables, sino de miles de hogares que no tienen ahorros suficientes para financiar la inversión y esperar meses a cobrar la subvención.

Algunos ayuntamientos han puesto en marcha programas públicos para facilitar que estas ayudas lleguen a comunidades desfavorecidas. Sobre todo para aquellos programas de rehabilitación de edificios enteros y de colocación de placas solares. Y aquí es cuando entra la problemática de las comunidades de vecinos y lo que cuesta ponerse de acuerdo, porque la situación económica de unos y otros puede ser dispar.

Existen comunidades de vecinos en las que se entra con la luz del móvil, porque no hay acuerdo para pagar la luz de manera comunitaria. Cuando se acerca un técnico público a explicar una convocatoria europea en la que cada uno debe pagar algunos miles de euros por anticipado o mediante acceso a préstamos como una inversión que van a poder recuperar en unos años, son dos realidades que no se entienden.

No es un problema de fácil solución porque el dinero público debe gastarse con responsabilidad, pero se requieren formas imaginativas que ayuden a paliar estas dificultades y que simplifiquen el riesgo que supone esta inversión.

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