TRIBUNA

Los límites de la libertad de expresión

Juan Alberto Belloch

Juan Alberto Belloch

El contenido y los límites de la libertad de expresión, en su doble vertiente de información y opiniones, son temas de reflexión permanente en una sociedad democrática. Por ser una libertad política, su contenido no puede limitarse al establecimiento de límites frente a la posibilidad de interferencia del Estado. Se trata de un derecho con contenido material que, en esencia , consiste en «algo» y, sobre todo, que existe para algo: la activación de los poderes públicos. Por ello, debe dirigirse también a preservar los valores a cuyo servicio, está consagrada la libertad de expresión.

En concreto fue concebida como garantía de una institución política fundamental: la opinión pública libre, cuya existencia legitima la democracia representativa. Pero nunca, la libertad de expresión ha sido concebida como la posibilidad ilimitada de emitir informaciones u opiniones de cualquier tipo, sobre cualquier materia y en cualquier momento. Forma parte del contenido implícito de la libertad de expresión la existencia simultánea de límites. Si, por el contrario, el derecho a la libertad de expresión se concibe como absoluto, imponiéndose a los demás, la consecuencia más inmediata en el sistema de derechos fundamentales y libertades públicas , es que si uno de ellos , como por ejemplo la misma libertad de expresión se articula como pieza preferente respecto a los demás , de manera casi automática produce el efecto de privar al resto de derechos de su condición de tales . Es seguramente una consecuencia no deseada, pero al propio tiempo es ontológicamente inevitable.

En alguna ocasión he manifestado, y a pesar de los muchos años transcurridos sigo pensando lo mismo, que procede redefinir en la propia Constitución española el contenido material de esa libertad de expresión en sentido amplio para garantizar, al menos, que el estatus especial y privilegiado de que goza, sólo esté justificado cuando la emisión de opiniones o de informaciones contribuya a la creación de una opinión pública libre. Así, no podría aplicarse, por ejemplo, en proteger la prensa rosa en todas sus modalidades, o la prensa amarilla o marrón, cuyos productos no merecen más protección sino menos V.G. que los de un honrado fabricante de embutidos.

Es cierto que difícilmente la lógica de mercado descrita vaya a verse modificada por regulaciones jurídicas que, en el mejor de los casos, sólo producen resultados tangibles a largo plazo y tras avatares de toda índole . Pero, entre tanto, creo que podemos aspirar a que las eventuales reformas no empeoren la situación. Y, ciertamente, la empeoran cuando la ley o la práctica judicial levantan los límites que configuran el contenido de la libertad de expresión, o cuando permiten que cualquier persona o grupo de interés se sitúe en una posición dominante en el mundo de la comunicación, de forma que silencie o pueda silenciar el contenido de las informaciones que son contrarias a sus intereses políticos o económicos.

Gozamos de libertad constitucional porque quienes gobiernan en cada parcela de poder, están sometidos también a límites cuando intentan restringir derechos. Y gozamos de libertad civil en la medida en que nuestros gobernantes pueden imponer restricciones a los derechos de los otros en favor de nuestra libertad.

No se trata de matemáticas o cálculos. El sumar o multiplicar las libertades no garantiza la calidad democrática de un sistema político.

La calidad depende de muchos otros factores, así el respeto a las minorías, a la diferencia, a la diversidad y también respeto a las mayorías formadas de manera legítima. Sin la observancia de estos factores, la libertad, también la de expresión, se convierten en concepto abstracto vacío de contenido.

La conservación del Estado democrático es ante todo un problema de límites y de concurrencia o convivencia de derechos fundamentales. Tras una libertad sin límites lo que hay es un dictador y un sistema autoritario. Los enemigos de la libertad pueden ampararse –y de hecho lo hacen– en el ejercicio de la libertad precisamente para acabar con ella. Este es el sentido paradójico de las libertades. Estamos avisados.

Ex alcalde de Zaragoza y ex ministro de Justicia e Interior

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