Opinión | En corto
Laicismos
«España ha dejado de ser católica», proclamó Azaña en octubre de 1931, pero menos de dos meses después ofreció la Presidencia de la República al muy católico Niceto Alcalá-Zamora, que siguió en el cargo hasta 1936. Al dogmatismo religioso que aún habita a ratos el cuerpo nacional no se le responde con un dogmatismo laico, sino con un laicismo cálido, respetuoso al límite con las creencias religiosas o arreligiosas de todos y con su derecho a exteriorizarlas. Por otra parte en España hay lugares y tradiciones religiosas tan unidos a la cultura, la historia y el sentimiento de muchísima gente que un representante público de esa misma gente hará bien en no quedarse fuera, por ateo que pueda sentirse por dentro (y hasta por fuera, si quiere). A la intolerancia que aún queda se la combate con tolerancia. Un laicismo cálido debería ser punto de encuentro de religiosos, agnósticos y ateos.
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