Al azar

Feijóo, gobernar bajo tortura

Alberto Núñez Feijóo.

Alberto Núñez Feijóo. / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

No corran. Si la derecha tenía ganadas las elecciones el pasado lunes, no las ha perdido en la trapisondista moción de censura digna de los hermanos Marx. O de Carlos Arniches, por respeto a Vox. Tampoco la izquierda habrá propiciado un vuelco de las encuestas con su aseada faena en el Congreso, ojalá la reconquista del poder se limitara a localizar las inconsistencias biográficas de Ramón Tamames. El alivio provisional para Pedro Sánchez reside en su éxito a la hora de mostrarle a Núñez Feijóo el suplicio que comportará su alianza forzosa con Vox. Si Podemos desvela a los benditos socialdemócratas, pactar con la ultraderecha moderada equivale a gobernar bajo tortura.

Tamames se ha convertido en un Papá Noel con regalos para todos los menores de edad del Congreso. Los progresistas declaran extinguida la sequía, mientras que la derecha oficial del PP considera expedito el camino a una mayoría suficiente en solitario, porque ni un ultraderechista es tan ingenuo como para tomarse en serio a Vox. Otro error por partida doble. Los bipartidistas seguirán necesitando sus báculos a izquierda y derecha, aunque la Tamamarrachada desnude los riesgos de agarrarse a un clavo ardiendo.

Si por las venas de Tamames corriera un céntimo de altruismo, el catedrático hubiera descendido de su inmensa sabiduría para señalar los errores cometidos por todos los bandos y bandas del Congreso, una tarea pedagógica que el país le hubiera agradecido eternamente. Por desgracia, el único objetivo de su aventura equinoccial era plantarse a un centenar de votos de La Moncloa, recomponer su imagen fracturada de traidor ideológico en serie a través de un ejercicio de mansplaining a las izquierdas y a las mujeres descarriadas. Mientras el conflicto generacional se desarrollaba en el Congreso, una nerviosa Cuca Gamarra imploraba que «salgamos de la España de Pedro Sánchez». Puestos a huir, puede imitar a Ferrovial y trasladar la sede del PP a Suecia, donde ya se refugió el torturado Feijóo.

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