Arenas movedizas

Glutamato

Ramón Tamames y Santiago Abascal.

Ramón Tamames y Santiago Abascal. / DAVID CASTRO

Jorge Fauró

Jorge Fauró

«Vox es a la política lo que la comida ultraprocesada a la dieta mediterránea. Son el glutamato de la derecha», le espetó desde la tribuna de oradores el presidente de Gobierno a Santiago Abascal. Un giro ingenioso. El glutamato sódico es un potenciador del sabor, luego, el doble sentido de la oratoria de Pedro Sánchez invita a interpretar que, de acuerdo a sus cualidades multiplicadoras del gusto, Vox es una derecha que va más allá de la derecha. O sea, la ultraderecha. La política incluye como virtud la capacidad de describir con adornos lingüísticos las vacuidades del contrario. Glutamato.

Los de mi generación no pensamos en nada de eso cuando Pedro Sánchez equiparó al líder de Vox con el aminoácido. La mayoría pensamos en Glutamato Ye-Yé y en Iñaki Fernández, el líder de aquella banda de pop indescriptible que se aupó a la lista de éxitos de una minoría que hace más de 40 años cambiamos las tediosas canciones de Yes —en las que sonaban pajaritos y ocupaban una sola cara— por el paraíso en dos minutos de piezas sencillas y eficazmente mal ejecutadas de la época post Transición. Glutamato eran la caña y su cantante más. ‘Agabardinado’, flequillo a un lado por encima del ojo, bigote hitleriano, encantadoramente arrogante. A veces se hacía acompañar de una pata de gallina adherida al micro. Tremendo personaje Iñaki.

‘Un hombre en mi nevera’ me cambió la vida. A mí y a otros cuantos. Aquél mini elepé soberbio de título ‘Zoraida’ contenía canciones impensables cuatro décadas después, como ‘El suicida’, ‘El día que el cielo me dio una sorpresa’ o aquel adelanto decadente del ingreso de España en la UE (entonces CEE) que llevaba por título ‘Europa’, no apta para los delicados oídos de 2023 ni para los ‘haters’ oficiales de Twitter: «Norteamérica es ideal, si es que eres subnormal. Rusia no sé cómo será, no me puedo enterar. Arabia, mucho Corán, demasiada religión. Por eso Europa es mejor, la decadencia letal. Europa, mi virgen y mártir Europa». Miembros de aquellas ‘hornadas irritantes’ de la mal llamada movida, su provocación fue creciendo con ‘Todos los negritos tienen hambre y frío’ que ninguna FM o programa de televisión se atrevería hoy a emitir, como tantas otras cosas.

De todo eso nos acordamos muchos cuando escuchamos a Sánchez pronunciar ‘glutamato’. De Patacho, los Recio, de Eugenio Haro y, por simpatía, —ya que pasaba por allí—, de Eduardo Haro Ibars, ‘el muchacho eléctrico’, maldito en vida varios años antes de su muerte física, ídolo en diferido, precedente —en la imaginería del morbo, aunque fallecido tiempo después— de los Canito, Eduardo Benavente, las Costus y otros mártires de su generación.

Segundos después de pensar en todo esto, caí en la cuenta de que Ramón Tamames también estaba allí hace 40 años, a punto de cruzar el Rubicón del eurocomunismo, con parada en el centro y un largo viaje por delante que le ha llevado ahora a defender desde un escaño del Congreso una moción de censura de la ultraderecha del glutamato.

En la misma época en que Iñaki cantaba, en España nos hacían gracia cosas que ni siquiera dan hoy para media sonrisa. Se daba por hecho, como aspiración y por ausencia, que Paloma Chamorro era el espejo de la mujer independiente y moderna en la que hombres y mujeres debían mirarse para que bien adentrados en el nuevo siglo se pusieran de moda palabras como empoderamiento y sororidad. Los gays con talento eran gays y los demás, maricones, eso era así. De ese palo iba España. Y mientras Glutamato hacía canciones a Karen Quinlan, una joven con daño cerebral mantenida artificialmente con vida durante 10 años hasta que murió en 1985 —célebre entonces, hoy nadie la recuerda— Tamames ya era viejuno para la época que le estaba tocando vivir a España.

El candidato a la Presidencia versión Vox tenía ya 49 años cuando Iñaki y Patacho comenzaron a grabar singles. Nadie le niega el talento a Tamames. En otro plano, tampoco a Glutamato. Pero uno y otros pertenecen ya otra época, referentes a los que hay que escuchar de vez en cuando o leer sus libros de cabecera (su ‘Estructura económica de España’ continúa siendo un manual de enorme utilidad para los universitarios). De moda entonces y hoy ‘demodés’, a pocos apasionarían a día hoy las nuevas composiciones de Glutamato Ye-Yé; tanto como las propuestas para España de un excomunista pronunciadas en nombre de un partido que se asemeja mucho a las ideas del régimen al que el propio ponente combatió. Aunque si me dan a elegir, prefiero las canciones. Sus autores son ya historia.

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