El contrapunto

Chema Cobo, «Out of the blue»

Chema Cobo, en una foto reciente

Chema Cobo, en una foto reciente / La Opinión

Rafael de la Fuente

Rafael de la Fuente

Fue una noticia dolorosa. Había llegado a su fin el periplo vital por este planeta de aquel Maestro del que tanto aprendimos. El gran Chema Cobo, el pintor prodigioso, siempre socrático y siempre fronterizo. Y por supuesto, siempre en perenne estado de gracia andaluza. Desde el azul primigenio, desde aquellas aguas saladas de sus comienzos. Al principio, ellas fueron tarifeñas o gaditanas. Pasó el tiempo y ya en sus etapas de plenitud y gloriosa madurez se hicieron malagueñas. Reflejaban los cielos luminosos que intentaban parecerse, azules y claros, a los de sus pinturas sagradas. Divisados desde las escaleras submarinas que descienden, salomónicas, hacia el fondo de aquellas piscinas ensoñadas por sus cuadros. En las que algunas veces nos imaginábamos que nadábamos, privilegiados, algunos de sus agradecidos amigos.

Evocamos ahora al maestro de la inteligencia prístina, sin fisuras. Diamantino en sus inteligentes ironías. Éstas podían ser tan amables como aceradas. Chema Cobo en más de una ocasión nos acompañó por sus universos áureos. Sin tomarnos en serio, gracias a Dios. Especialmente cuando nos introducía de la mano de su mujer, Rosa, en las magias y en los portentos de su casa-taller de Alhaurín el Grande.

El pasado 11 de marzo publiqué un artículo en La Opinión de Málaga dedicado a una legendaria aviadora ucraniana, Nadia Popova. Había fallecido en Moscú el 8 de julio del 2013, con la espléndida edad de 91 años. Comenté que en su honor se publicaron en aquel verano «excelentes y muy bien documentados obituarios. Provenientes tanto de España como del resto de Europa». Lo consideré como un intento de oficiar un modesto exorcismo por los sangrientos horrores de Ucrania.

Chema Cobo, mi maestro y mi buen amigo, falleció el 16 de marzo, cinco días después. En el hospital de Marbella, mi pueblo. Nos dicen que su viuda, la admirable Roseline Lefevere, está recibiendo en estos días numerosísimos y elocuentes testimonios del respeto y la admiración que despertaban en todo el mundo la persona y la obra de su marido. También nos emocionan los impresionantes textos que nos siguen llegando a través de los medios de comunicación. Auténticos homenajes, cada uno de ellos, a este artista universal. Siempre generoso en sus magias y en sus sabidurías.

¿Podría compartir con ustedes estas memorables palabras que nos legó hace unos años Chema Cobo? Fue en su despedida del otro maestro ausente. Fueron compuestas en abril del 2007 como el adiós final a su amigo de toda la vida, el que fuera su lúcido compañero en aquel colegio gaditano. El también inclasificable Félix Bayón, maestro de valerosos periodistas y gloriosos escritores. El otro gran maestro imprescindible. Con humilde emoción cedo ahora la palabra a nuestro Chema Cobo:

«Hace un año me decías desear dejarlo todo y viajar sin parar. Ya no estás. Pienso en ti cuando leo a otro maestro, Montaigne, que dice: «Quiero que se obre y se alarguen los oficios de la vida tanto como sea posible y que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero despreocupado de ella y aun más de mi imperfecto jardín». Así creo que pasó. Cuando echo de menos las columnas recién escritas que me enviabas cada mañana por el correo electrónico, vuelvo a leer a Chesterton que siempre da tu talla y también tu peso.

Amigo y cómplice, gracias por hacerme más humano.

Rosa y yo te echamos de menos. Que la eternidad te sea leve y que los dioses en su banquete te den bien de comer, ¡que es lo que importa!».

(Agradezco públicamente la posibilidad de haber podido citar este emocionante texto de Chema Cobo. Fue publicado en abril del 2007 en «Vivir del presupuesto y otras obras maestras», la espléndida antología de artículos de Félix Bayón, realizada por la Fundación José Manuel Lara, con la colaboración del Ayuntamiento de Málaga y la Fundación Unicaja. La selección de textos magistrales del maestro Bayón entonces corrió a cargo de Chema Cobo, Roseline Lefevere, Ignacio Martínez, José Antonio Montano, Berta González de Vega, Inmaculada Gálvez y el abajo firmante. Además de la valiosísima aportación de importantes fotografías, generosamente facilitadas por la admirable viuda de Félix Bayón, Sagrario Álvarez Prieto.)