Notas de domingo

Aventuras y personajes

Ramón Tamames accede al Congreso de los Diputados.

Ramón Tamames accede al Congreso de los Diputados. / L. O.

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. El primer café de la semana sabe a reto, primavera y plató. Hablamos en el programa Hoy en Día, Canal Sur, de la moción de censura, de la crisis en Francia y de algunos sucesos. Al salir de la tele, cambio de planes. Tour por farmacias y mi hijo que aguarda en casa con los ojos tristes, sin escolarizar, agarrado a su tablet. El apetito no lo perdemos. Pedimos pizza. Larga tarde de trabajo. De noche, termino ‘Un bárbaro en París’, de Vargas Llosa, cuya reseña tengo que escribir estos días. Ceno endivias. Cada vez me gusta más la palabra recena.

Martes. Veo al ujier que ayuda a Tamames a entrar en el Congreso. El veterano profesor se agarra a él, se apoya en su hombro. No es Abascal, con su cuerpo de gimnasio el que lo ayuda; ni Espinosa de los Monteros. Es un humilde bedel, que tiene una entrevista, que obtiene un protagonismo inesperado. Tal vez luego en casa, a la noche, recree el episodio ante su familia, mientras las teles repiten en bucle las imágenes. Los nadie de la historia. La gente. La moción se alarga durante todo el día. El filón de los analistas, el espectáculo de la política. Tiene todo, la moción, como un aire irreal, friki, surrealista. Tamames anuncia que escribirá un libro con toda esta peripecia. Falta por saber el género.

Miércoles. El festín de los periódicos. Café con columnistas. A la tarde, José Antonio Sau me invita a dar una charla en su taller literario, Escuela de Escritura Fuentetaja. Tiene alumnos y alumnas médicas, periodistas, militares, estudiantes y pasamos dos horas y media charlando. Saltando de Flaubert a Pardo Bazán, de García Márquez a Manuel Vicent, de Reverte a Delibes. Flota en el cónclave una comunión de intereses, de pasión por la literatura, por contar historias, por compartir autores, gustos y técnicas. Eso que Pla llamaba «la diabólica manía de escribir». Muy de noche («muy de noche», qué expresión más poco literaria) camino hacia casa con un hambre que hasta el cronista más imparcial calificaría de importante, con muchas cosas pendientes aún por leer, estudiar y terminar. Me cruzo con poca gente y a cada persona que veo le voy adjudicando un posible papel en una novela. Los convierto en personajes. No sé si es un ejercicio de imaginación o de realismo.

Jueves. Tertulia en Canal Sur Radio en La mañana de Jesús Vigorra. Hoy con Pepe Landi, de la Voz de Cádiz y Silvia Moreno de El Mundo. Voy oyendo y hablando, oyendo y hablando mientras doy sorbitos (»buchitos» decíamos de chico) a un café que se me ha quedado frío. Vuelo a la redacción, que está animada y llena. Me siento y suena el teléfono. Torear pelmas como disciplina periodística. Al final de la mañana, aperitivo en una tasca acreditada. Ni Woody Allen mejoraría la definición española de matrimonio: anchoa y boquerón. Llega un plato de olivas. No me extrañaría que algunas anchoas quisieran ser deshauciadas de su aceituna. Las anchoas claustrofóbicas son despedidas de la fábrica de aceituna.

Viernes. Terral. El calorazo revienta un poco el ánimo y fastidia el paseo. El Centro está lleno de turistas. Un guía creativo le cuenta una de romanos a un grupo de turistas argentinos. Los guías turísticos tienen más influencia que los historiadores. La calle Granada está intransitable. Cientos de cervezas, en hora fronteriza, están siendo despachadas en decenas de terrazas y mesas altas. Una pareja sale del Museo Picasso y él le dice a ella: ahora lo que pega es un plato de jamón. Eso sí que es arte. La calle es la inspiración.

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