La señal

Se llama legítima defensa

Vicente Almenara

Vicente Almenara

El pulso ha sido real, las dos desplegaron una fuerza descomunal, la Inteligencia Artificial, jaleada por todos los que no ven más que peligros en ella y un puñado de acérrimos defensores, por una parte, y de la otra nada menos que Ana García Obregón, soportada por el pueblo, al que le importa un bledo la IA porque, entre otras cosas, no sabe lo que es, aunque ya se enterará. Eso sí, no se puede decir que haya habido un claro vencedor, porque las fuerzas han estado muy igualadas y, además, en la recta final, la gran revelación de que se trata de su nieta, fecundada con el semen de su hijo Aless, la exclusiva de por medio y la gestación subrogada… qué decir. Bueno, y Trump en escena, que declara en un juzgado de Nueva York por las revelaciones de una chica muy virtuosa que cogió la pasta por si acaso. Menos mal que algunos se acuerdan de la becaria Lewinski haciendo travesuras con Bill Clinton en el despacho de este en la Casa Blanca. En cambio, la corrupción de Hunter Biden -con en el que papá tuvo algo que ver en Ucrania-, se esfuma, acaparando The Donald todo el protagonismo, es magia potagia.

Pero de todo esto no nos da tiempo a hablar en la inauguración de Calanmor, en Fernando Camino, original iniciativa de Yuri -traducción de Jorge en ruso- Chugúyev, que también es músico, con una planta alta para adinerados y la baja para el proletariado, el campesinado y los soldados que harán la revolución bolchevique de Yolanda Díaz en alta costura. Un par de gaiteros, él y ella, amenizaron la noche, y los canapés, claro.

Cuando llego a casa, atiendo a Agustín Laje en ‘Generación idiota, una crítica al adolescentrismo’, libro en el que el autor asegura que los adolescentes están gobernando el mundo, y es que rigen la forma de la cultura, estructuran la forma de la política, inspiran los cambios de nuestro lenguaje, imponen sus preferencias estéticas y dominan el imaginario postindustrial y el sistema de consumo. Para no preocuparse.

Claro, que hay otras alarmas. El pasado lunes, a las 16.14 de la tarde se escucha por megafonía en la cafetería Carmen, del hotel Only You, en plena Plaza de la Marina, «por favor, desalojen el hotel, no se entretengan», dicho con voz femenina, lo cual tranquiliza mucho más que si lo dice un repugnante macho. Desalojamos unos cuantos, nada pasó, regresamos y ni una disculpa, nada. Un ejemplo de manual de cómo no actuar en situaciones de crisis. ¿Quién dijo que los clientes se merecen una explicación?, se trataría de un perturbado.

Otros casos de mal trato. Te encuentras una de las llamadas «ventanas» emergidas -que no emergentes- en la que lees «Permitir que Microsoft…», y las opciones son «Aceptar» y «Ahora no». Ni ahora ni nunca, Brad, ¿te enteras? Te ponen contra la pared y quieren que no te defiendas. Se llama legítima defensa. ¡Qué retórica tecnológica más malintencionada! No te digo nada de movistar emoción, un supuesto portal de contenidos que si te pillan con la guardia baja o, por descuido, pinchas, te cobrarán por pardillo, salvo que acudas a un establecimiento de la marca para que te arranquen esa sanguijuela de tu cuello. Por doquier, tramperos, como en la conquista del salvaje Oeste.

Pero esto es poca cosa en comparación al nada politizado CGPJ, donde el vocal más afín al Gobierno promueve una dimisión en bloque, que no prospera, o al «progresista» TC, con Conde-Pumpido al frente y que gana batallas por incomparecencia del enemigo, unas veces, y otras por franca minoría de este, como debe ser siempre en el caso de la derechita. En cambio, allá por calle Pacífico, en Bare Nostum, un catedrático, el cateto de Ardales -que nada tiene de pueblerino-, un maitre, el comercial… hablan de María Gámez, que tiene por estos lares -y también por otros- algunos de sus casoplones, como ahora se dice. Es el premio a toda una trayectoria de servicio al partido de su marido, y de ella, que nadie podría imaginar que llegaría tan lejos habida cuenta su currículo local. Pero España es un país de oportunidades, no se olvide. Antonio Machado lo dijo claro:

¡Oh la saeta, el cantar

al Cristo de los gitanos,

siempre con sangre en las manos

siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz

que todas las primaveras

anda pidiendo escaleras

para subir a la cruz!

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