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Todavía queda un poco de cordura

Así es el Jerusalem Arena, la sede del Hapoel.

Así es el Jerusalem Arena, la sede del Hapoel. / DOR KEDMI

Francis Tomé

Francis Tomé

Creo que todos tenemos claro que en el deporte profesional lo menos importante de todo es el deporte. Ya no quiero hablar de lo que cuentan los deportistas en la película para los dirigentes. Se juega cada tres días, no da tiempo a entrenar para mejorar. Todo es recuperarse del partido anterior y viajar para el nuevo partido. Cada competición mira por si misma y no tiene en cuenta las demás. La única finalidad es ganar el máximo de dinero posible para repartir entre todos, pero intentando que tu trozo del pastel sea lo más grande posible y que ese trozo no lo toque nadie.

En esta vorágine de todo por el negocio, no pasa nada porque un Mundial se organice en Qatar, que se pare la liga para que se dispute el mundial en diciembre, que la Supercopa de España también se celebre en Arabia, que el Madrid juegue las semifinales de la Champions tres días después de jugar la final de la Copa del Rey, que los equipos de Euroliga haya semanas en las que jueguen cuatro partidos o que las selecciones nacionales de baloncesto no puedan contar con los jugadores NBA y Euroliga en las clasificaciones para las grandes competiciones.

En este negocio todo vale por ganar más dinero, por lo que es normal que cuando hay que organizar una final, fase final o una Final Four en baloncesto, la ciudad que más puje por llevarse el evento sea quien lo consiga. Da igual que la ciudad esté preparada o no para organizar esos partidos, o el desplazamiento que deban hacer los equipos sea más o menos fácil. Después se puede vender la moto que se quiera, pero quien más dinero pone se lleva el gato al agua.

Ya sabéis que Unicaja se clasificó para la Final Four de la BCL, competición europea que organiza la FIBA. Málaga era una de las ciudades que había hecho una apuesta importante por organizar esa Final Four. Pero le salió un duro competidor en la ciudad de Jerusalén. El problema no estaba en qué ciudad estaba mejor preparada, tenía más experiencia en organizar acontecimientos de este tipo o qué palacio de deportes era mejor. Todo era una cuestión de la oferta económica que se hacía para llevarse la fase final y el dinero que ofrecía Jerusalén a la FIBA triplicaba el que ofrecía Málaga. Esto hacía pensar a todos que Unicaja disputaría esa Final Four en Jerusalén. Sólo cabía la esperanza de que el equipo de la ciudad israelí, el Hapoel, no consiguiera vencer al AEK de Atenas en el tercer partido del play off de cuartos de final. Si Hapoel perdía esa partido en su cancha y quedaba eliminado, también quedaba eliminada la posibilidad de ser sede de las finales de la BCL.

Las esperanzas eran muy pocas porque Hapoel era claramente favorito y jugaba en casa. Lo normal es que venciera el partido, como así fue. Ganó y lo hizo, además, por 40 puntos. Pero el espectáculo que se vio en ese partido fue muy grave. Por supuesto que el Palacio de Deportes donde juega como local el equipo de Jerusalén, estaba lleno. Allí no cabía un alfiler. No pararon de animar a su equipo pero también de intimidar al rival y a los árbitros. Punteros láser apuntando a los ojos de los jugadores griegos en los lanzamientos de tiros libres, gente a pie de pista increpando a los árbitros, tiempos muertos del AEK que tenían que reunirse dentro de la cancha porque los espectadores de detrás del banquillo no permitían que estos se sentaran y se comunicaran por el atroz ruido que producían con unas bocinas letales. Todo te recordaba precisamente a las canchas griegas en los años ochenta, pero aquello pensábamos que era ya un recuerdo lejano y que esto no pasaba. Pues sí que sigue pasando.

Una vez que el partido terminó parecía que todo estaba decidido y que la apuesta económica de Jerusalén se llevaría el premio. Al día siguiente la FIBA anunciaba la sede que organizaría la Final Four de su competición. La sorpresa es que se la concedieron a Málaga. Vendieron que se habían decantado por nuestra ciudad por la experiencia en organizar eventos así, que la ciudad era idónea. Hasta hicieron alusión al conflicto que existe en Israel con los sirios.

La cuestión es que los políticos de nuestra ciudad y de la Junta de Andalucía que estaban al tanto de la negociación con FIBA, sabían que el evento se marcharía a Jerusalén porque la oferta económica era muy superior. Seguro que ellos lo tenían claro porque alguien de la propia FIBA les habría informado de esto.

Pero la FIBA ha demostrado tener un poco de cordura en esta decisión y han apostado por Málaga, seguro para que no se vuelva a repetir lo sucedido el miércoles por la tarde en ese partido Hapoel – AEK. Si quieren competir con la Euroliga deben cuidar la imagen de su competición y lo que pudimos ver en ese partido no es ejemplo de nada.

La afición de Málaga sí que sabe cómo se juega desde la grada este tipo de partidos de una manera deportiva. Este sí que es un gran ejemplo para la FIBA. Demostremos una vez más que somos una de las mejores aficiones de Europa, que la FIBA no se equivocó con la decisión tomada y ayudemos a que Unicaja gane su segundo título de la temporada. Esto sí que sería la leche.

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