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«Jot Down» y el «todo mal» malacitano

Si queremos que esto levante cabeza tenemos que vivir en un modelo de grandes en el que todo cuesta más y si llegas con lo justo no puedes vivir a dos pasos de la Catedral

«jot down» y el «todo mal» malacitano

«jot down» y el «todo mal» malacitano / Gonzalo León

Gonzalo León

Nuestra ciudad está viviendo tiempos curiosos. Pasando quizá una edad del pavo del típico chaval cuyos padres se han partido el lomo para que el niño prospere y éste responde con una actitud rara, apocada y de desgana a pesar de tener frente a él un sinfín de oportunidades a la vista.

Es normal que la ciudadanía contemple desde su caverna de dificultades con cierto desconcierto cómo su supuesta tierra pega el estirón mientras en la cuenta corriente de muchos de los nativos no suben de las tres cifras al pasar cinco días del mes.

Pero, por decirlo de una manera llana a pesar de lo frustrante que pueda ser, es lo que hay y lo que va a haber.

Hasta hace poco, nuestra ciudad estaba inmersa en un atraso importante en muchos sentidos. Solamente hay que echar la vista atrás un par de décadas para observar lo que era Málaga en comparación con lo que es ahora.

Huelga decir que esto sucede siempre y en todos lados. Pero no con la misma intensidad que está ocurriendo aquí. La capital del sur de Europa era lo que llamaron en un libro genial «Málaga, solar del paraíso». Y hoy deja de serlo para tener un empuje y relevancia sostenidos principalmente por la industria turística con todo lo bueno y malo que eso conlleva.

Si le sumamos a la ecuación un golpecito industrial de calidad y la llegada de algunas empresas con potencia, ya tienes todo el pescado vendido -nunca mejor dicho-.

Y quizá haya llegado el momento de que los malagueños, acostumbrados a montar casetas de feria en el centro en un colegio abandonado que ahora será una biblioteca espectacular o en locales abandonados de calles hoy neurálgicas, asuma que la ciudad deja de ser solamente de ellos para convertirse en un espacio de muchos.

La personalidad se pierde o gana según lo que tú te creas lo que eres. Y quizá en eso Málaga nunca estuvo a la cabeza y de ahí ese peine que nunca dejó de peinar bien del todo.

Hoy, un sector de la sociedad muy minoritario pero aparente en redes sociales, clama una y otra vez que el modelo actual es insostenible. Que la ciudad no está hecha para los de aquí. Y que el panorama es horrible. Y no digo que las circunstancias de muchísimos sean difíciles principalmente por el encarecimiento de la vivienda. Pero… ¿alguien se ha parado a pensar lo que costaba la vivienda en Málaga hace unos años? ¿Y lo que ha costado la vivienda siempre en las ciudades más potentes?

Asumir la realidad y lo que conlleva hacerse mayor quizá sea un ejercicio que debamos hacer todos para asumir que esto viene para quedarse. Que si queremos que esto levante cabeza tenemos que vivir en un modelo de grandes en el que todo cuesta más y si llegas con lo justo no puedes vivir a dos pasos de la Catedral.

Así sucede en infinidades de capitales europeas. Y Málaga pudiera parecer que va camino de convertirse en un lugar medio decente donde haya algo más que los pimps que rodeaban nuestros muelles cuando llegaban turistas muchas muchas muchas décadas atrás.

El modelo pudiera estar centrado en la industria textil o en la del montaje de electrodomésticos. Con grandes plantas de producción con gente haciendo aspiradoras en turnos de ocho horas. Pero no. Aquí se trabaja el sol, los calamaritos fritos y el entretenimiento cultural. Y quizá tampoco debamos avergonzarnos de ello pues, a pesar de las limitaciones que provoca la hostelería en el desarrollo profesional de los ciudadanos que participan de ella, sostiene una ciudad en la que dejó de haber industrias de otro tipo hace siglos.

La cuestión es que estos círculos sociales del «todo mal» luchan a diario por intentar denunciar públicamente un modelo donde un camarero no tiene dinero para poder vivir en los principales anillos urbanos de las ciudades. Donde una familia media no puede acceder a un piso cerca de la playa. Y esa realidad tan dolorosa para quienes antes estaban acostumbrados a ello, ha llegado para definirnos un nuevo sistema de gran ciudad que ya acostumbra a existir en otros muchos puntos del mundo.

Cuesta trabajo asumir lo que es malo y real a la vez. Y esto lo es para muchos pues donde antes vivían por 400 euros al mes hoy habitan decenas de turistas que se gastan eso en dos noches. Y el propietario gana más con este modelo que con el anterior. Pero lo anterior es pasado. Y pueblerino. Y Málaga está dejando de serlo para dar el estirón. Y con él se van a llevar por delante a centenares de familias acomodadas en una formulación incompatible con el crecimiento y la evolución positiva de las urbes en el sistema capitalista en el que vivimos.

Hace poco salía un número de Jot Down, la revista cultural más cuqui, en el que destacaban en su primer número de ciudades a Málaga como lugar top mientras se hacía la pregunta de ¿Qué está pasando con Málaga? Pues todo el mundo habla de ella.

Obviamente, este tipo de publicaciones, como todas, buscan publicidad y sustento para poder salir adelante. Si haces una revista de odontología metes publicidad de casas de implantes, clínicas y centros de formación para dentistas. Y si haces un número sobre Málaga, te vas a pedir dinero a Málaga. Pero el resultado ha sido genial. Un número de una revista de gran prestigio con una dedicación y contenido brillantes. Perfectamente coordinada y de la que podemos sentirnos orgullosos.

Una revista así jamás podría hacer lo que ha hecho si nuestra ciudad siguiera atascada en los noventa. Aunque en esa época se viviera mejor porque tenías tu piso al lado de la playa por dos duros.

Hay que pensar si queremos ser pobres todos y arrastrar a esa miseria a nuestra ciudad y que siga creciendo muy por encima de nuestras posibilidades. Porque quizá así se quiera de verdad a Málaga. Yo lo querría para mis hijos. Y también lo quiero para la ciudad a la que tanto amamos. Nuestra tierra no está mal. Al revés. Está mejor que nunca. Pero nosotros somos unos tiesos. Y ahí está todo el problema. Viva Málaga.

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