Viento fresco

Esperando

Hay que gestionar bien las esperas sin caer en desánimos

Sol y altas temperaturas en Málaga

Sol y altas temperaturas en Málaga / Daniel Pérez (EFE)

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Ayer estuve veinte minutos esperando un autobús y me dio por pensar en las sucesivas esperas que uno tiene que soportar a lo largo de la jornada y de la vida. Cuando esperas en el dentista, ya saben, se te va súbitamente el dolor de muelas, cuando esperas un vuelo repasas mentalmente eso de que es el transporte más seguro del mundo. Cuando esperas que en un restaurante te tomen nota vas segregando jugos gástricos y no sabes si es un ardid para que pidas más. O para que te tomes otra cerveza. Hay esperas míticas, como aquel coronel de García Márquez, que no tenía quien le escribiera. Hay quien espera algo de alguien pero nunca llega y por eso la Biblia aconseja: no esperes nunca nada de nadie y así todo te vendrá por añadidura. Espérate sentado, dice el castizo cuando quiere dar a entender que lo que uno aguarda no va a llegar. Hay muchos relatos que recrean esa leyenda de la mujer o el hijo que van cada día durante años al puerto, esperando al marino y a su barco, que nunca llegan. Esperando en cualquier sitio se pregunta uno cómo mataban ese tiempo (matar el tiempo: expresión horrorosa) la gente cuando no había móviles. Ahora te dicen: «espere aquí» y te pones a ver Instagram o el Twitter o le das al whatsapp. Antes se esperaba a pelo, pensando en las musarañas, leyendo a Tolstoi, contando ovejas o imaginando situaciones. A veces uno espera el sueño en la cama, pero el sueño no viene; lo que vienen son pensamientos hostiles, fantasmas, agobios, preocupaciones. Verás la que te espera, dice como admonición un profesor o un médico. La espera puede ser una esperanza o un suplicio. Ese niño que espera el día de Reyes, la madre que espera un beso del hijo que llega a casa. Eso espero, decimos con frecuencia, en lugar de decir eso quiero, eso creo, eso deseo o no puedo esperar más. Esperamos estar a la altura y esperamos que nos den paso. Esperamos que llueva y cuando somos puntuales esperamos que nos esperen. La virtud entre tanta espera tal vez sea la paciencia. Hay quien no tiene tiempo para ser paciente.

Hay quien opina que si te sientas en la puerta de tu casa a ver pasar el cadáver de tu enemigo, lo que vas a ver es a tu enemigo de juerga y viviendo la vida mientras tú estás como un bobo en tu casa. Nos aconsejan que esperemos el cielo y la vida eterna pero otros creen que la espera se llama vida y que más vale gestionarla bien. Hay que procurarse dulces esperas. Más que nada porque todavía nos quedan muchas. Eso espero.

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