La señal

Podredumbre noble

Vicente Almenara

Vicente Almenara

No es este un asunto muy estudiado, dada la falta de tiempo para atender otros más urgentes, pero ¿podría haber rastros de masoquismo en hacer las cosas mal y así autocastigarse en campaña? Algo parece que hay. Veamos. Empeñarse en los suelos de Defensa para construir pisos, tras saberse que dan para muy pocos, o incluso no preocuparse de los suelos y decir que ya se buscarán y prometer miles de viviendas... O que nuestro alcalde emprenda cruzada, como don Quijote, ordenando la retirada de los candados de los pisos turísticos, como si fueran dragones del bestiario…, y hasta propone cobrar a los dueños de más de dos viviendas turísticas…, lo que hay que escuchar, pero si eso le corresponde a Dani en el reparto ideológico que ya tuvo lugar hace mucho. No digo ya nada del subdelegado del Gobierno, que repitió aquello que le enseñaron en los parvulitos del partido, que en Palma-Palmilla el problema no es solo de seguridad, sino social, qué bonito, o sea que hay disparos, a veces hasta víctimas, y las pistolas no son lo principal, y lo dice quien manda la Policía, qué miedo; aquí Paco le salió al paso en una faena muy lucida, propia de la mejor feria de agosto.

Pero la guerra de los titulares está ahí, todos los días, como el espejo del ascensor en el que subimos y bajamos de casa. Ahora leo de los 44 condenados de ETA, no presuntos, que van en las listas de Bildu, una provocación sangrante, macabra broma que se recordará por mucho tiempo pese al uso intensivo de blanqueadores para la ropa ensangrentada.

Otro headline, que me apunta un colega versado en la mar salada, es el de los recortes de la UE a la pesca. Faenar solo 150 días al año les va a representar a nuestros pescadores una vuelta de tuerca más, y una menos a Marruecos, que aquí se le quiere mucho, y a la burocracia bruselense ni te digo. Lo notaremos en la mesa, claro, sobre todo en la pesca de arrastre, el gallo, el rape, el lenguado, mis queridos salmonetes, qué decir del calamar o las puntillitas, las gambas blancas y rojas…, y lo dejo ahí porque no quiero que se le salten las lágrimas a nadie.

Pero no todo son penas. Disfrutamos en un domicilio particular de la sabiduría de un amigo que nos habla de la bodega Oremus, en Tokaj, en el noroeste de Hungría, desde hace años propiedad de Vega Sicilia. Para empezar, fue la primera denominación de origen del mundo, y probamos el Mandolás y el Petracs, dos blancos secos sublimes, y nos explica el misterio de la podredumbre noble, una infección benévola de un hongo gris, el botrytis cinérea, que afecta a veces a las uvas de vinificación. Y para calmar el hambre, la consorte nos habla del libro ‘Los manuscritos del Mar Muerto’, de Jaime Vázquez Allegue, que no solo trata de aquella literatura de los esenios sino que sirve a la propia independencia de Israel, porque allí ya vivían los judíos por lo menos 250 años antes de Cristo y, precisamente hoy, día 14, se celebra dicha independencia. Shalom aleijem.

Ya en la sobremesa, me entero que El Viejo Topo -publicación de referencia de la izquierda y su extrema en la transición, y que todavía se edita- pues no cumple con los requisitos necesarios para ser declarado antifascista, según los totalitarios que administran las quintaesencias del gulag, ¿y por qué?, pues porque algunos de los autores de la revista critican el nacionalismo, y claro, ellos son, también, golpistas y queman en sus aquelarres a quienes van de «demasiado libres». Majaras de colores. Y nos perdemos hablando de Jorge Freire, quien sostiene que el disimulo ya es cosa del pasado porque la élite de antaño disfrazaba sus privilegios heredados de trabajo duro, pero la de hogaño, ¡ay!, reconoce con descaro su falta de mérito y propone pues… una sociedad sin mérito. Por eso se critica la meritocracia. Menos mal que el pueblo, más sabio que la élite, sabe que el esfuerzo y no la cuna es lo que decide nuestra suerte, y eso les repatea. Dionisio de Solís fue claro:

Dicen que eres mudable, don Pepito,

que fuiste de Manolo cortesano,

soneteruelo del francés tirano

y de sus odres perennal mosquito;

que mudando de altar, de culto y rito

fuiste, tras esto, muratista insano

y, para postres, del Nerón hispano

semanalmente adorador contrito.

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