ARENAS MOVEDIZAS

Quién nos libera a nosotros

Isabel Díaz Ayuso, en una captura de su spot electoral ’Ganas’.

Isabel Díaz Ayuso, en una captura de su spot electoral ’Ganas’. / PP Madrid

Jorge Fauró

Jorge Fauró

El nuevo vídeo de Isabel Díaz Ayuso con el que la presidenta madrileña trata de captar el apoyo electoral de sus votantes más jóvenes —los seguros y los potenciales— constituye una especie de arranque de facto de la campaña. Ayuso canta y baila como si fuera una aspirante oficiosa al Got Talent, en una segunda parte de aquel otro vídeo grabado en Las Ventas donde reunió a sus candidatos con una canción cuyo estribillo repetía la palabra Ganas.

En la nueva versión, Ayuso aumenta la apuesta y se atreve con lo que los medios de comunicación hemos definido generosamente como un rap, que se parece tanto al género original de los años 60 como el de los raperos que hoy llenan grandes recintos. O sea.

Ayuso se atreve con pasos de baile y una coreografía sencillos, con un look desenfadado y juvenil muy de la muchachada del barrio de Chamberí. La presidenta se lo puede permitir, a la vista de que no hay encuesta que ponga en peligro su mayoría. De los problemas de Madrid, de la sanidad pública, del ‘dumping’ fiscal o del indecente precio de la vivienda ya hablará en mejor ocasión. Ganas, las justas. Posiblemente, sea de las pocas candidatas y candidatos de España que puedan ejecutar este tipo de campaña porque es lo que se espera de ella y en Madrid arrasa. El elector de esta autonomía lo tiene muy claro y su más que previsible victoria obedece probablemente a que no tiene a nadie enfrente. Si quieren saber quién se presenta en Madrid por el PSOE van a tener que consultarlo en Google porque a la primera lo van a acertar muy pocos. Y no es Bolaños.

Y sin embargo, Ayuso no está sola en esto de haber convertido el noble arte de la política en un espectáculo con la gracia justa y a años de luz de la idea que tenían los griegos, cuando Platón imaginó La República. En su cabeza sonaba mejor. Cuando pensamos que lo habíamos visto todo con Jesús Gil y que con su desaparición acababa una parte importante del político histrión, no vimos venir el daño que las cambios sociales y la necesidad de epatar a base de imágenes y lonas en las fachadas iban a causar a la gran herencia que para la raza humana nos dejaron los griegos. De los promotores de aquel cartel en que el exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera, aparecía desnudo para asegurar que «Solo nos importan las personas », hemos conocido que la aspirante a la Alcaldía de Barcelona por esta misma formación, Anna Grau, ha posado a la manera de su expresidente, aunque con más recato y medio torso a la vista, para decirle al votante barcelonés: «Libérate», lo que para quienes no la conozcan y hayan olvidado que Cs todavía existe corre el riesgo de asemejarse a la publicidad de un club de intercambio.

En otras latitudes, también han dejado de lado parte de lo esencial, todo aquello que la ciudadanía confía en que la política solucione. En su lugar se ha optado por tratar de epatar, asombrar, maravillar, pasmar, sorprender, deslumbrar o cualquier otro sinónimo que encuentren en Word Reference. Cualquier cosa con tal de olvidar lo importante. Sin salir de Cs, en Murcia, el eslogan Libérate con que Anna Grau salva en Barcelona la censura de Instagram, sirve para elaborar un montaje que añade la leyenda Mereces una presidenta que no acabe en la cárcel, con un montaje de los últimos dirigentes de la Región entre rejas y López Miras, el actual mandatario autonómico (PP), sobre un pie de texto que apunta un imperativo: Calienta que entras.

En la Comunidad Valenciana tenemos a un alcalde, Manuel Civera, del PSPV-PSOE, que ha gobernado en dos pueblos diferentes, Alcublas y Llíria, en lo que constituye un caso inédito en España. No sabemos a cuál de las dos poblaciones ama más. En cualquier caso, nada comparado a lo que ocurre en Galicia. El alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, se ha visto envuelto estos días en un oscuro caso de espionaje y admisión de uso de dinero en B, aunque sus antecedentes le delatan. Saltó a la fama hace un año cuando en mitad de una protesta sindical trató de deshacerse a empujones de uno de los convocantes. Estos días se habla también del presidente de la Diputación de esta misma provincia, pillado cuando circulaba con su vehículo a 215 kilómetros por hora.

Si Platón levantara la cabeza se fijaría en este espectáculo tonto y banal en que algunos han convertido la política. Observaría el eslogan de Ciudadanos y se haría la pregunta que como filósofo le corresponde: ¿Y quién nos libera a nosotros?

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