El ojo crítico

Una campaña desquiciada

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

La actual campaña electoral para las próximas elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo se ha convertido, como era de esperar, en un adelanto de las elecciones generales que se celebrarán a finales de año. Cuesta encontrar los programas electorales de los candidatos y en su gran mayoría dicen siempre las mismas promesas: más policías locales, bajadas de impuestos o potenciar el uso de la bicicleta. ¿Quién puede estar en contra de medidas como estas? Sorprende que quién ha gobernado ocho años un ayuntamiento se entere de repente que en su ciudad hay personas con dificultades para encontrar una vivienda en alquiler, como ocurre en Valencia. En estas ocasiones los malos gobernantes buscan un culpable y se lanzan a un sinfín de promesas para esconder su incapacidad manifiesta y el hecho de no haber hecho nada para resolver este problema en dos legislaturas.

En la izquierda valenciana que se encuentra a la izquierda del PSOE, y en la que hay que incluir a ciertos candidatos y candidatas del PSOE, como es el caso de la vicealcaldesa de Valencia Sandra Gómez, que se encuentran muy lejos de la socialdemocracia, han encontrado dos chivos expiatorios a los que echar la culpa de su propia incapacidad de gestión: el turismo y los coches. Creo que para asumir determinados cargos en la política debería ser obligatorio haber cotizado previamente, como autónomo o como trabajador asalariado, un mínimo de doce años a la Seguridad Social. De esta manera se tendría una mínima experiencia laboral que redundaría en la capacidad de los cargos políticos de ponerse en lugar de los demás y en saber que en esta vida no se pueden imponer determinadas ideas a cualquier precio ya que siempre habrá perjudicados. Un cargo político debe gobernar para todos, también para aquellos que no le han votado, y tienen que dejar al margen sus fobias y complejos personales.

Espero que no se moleste nadie por lo que voy a decir, pero un jovencito o jovencita de 30 años, con una licenciatura en filología catalana, cuyo única experiencia laboral es haber hecho sustituciones en un instituto como profesor o haber trabajado un verano de monitor en un campamento infantil y que por una carambola llegan a concejales, alcaldes de su pueblo o incluso consejeros de una comunidad autónoma, a mí no me dan lecciones de nada. Como tampoco me dan ninguna lección ese grupo de también jovencitas que tanto abundan en los partidos políticos y que se autodenominan abogadas y referentes de la lucha contra la corrupción, cuando han pisado un despacho de abogados lo mismo que yo una iglesia, es decir, en fechas muy señaladas, cuando en realidad a lo único a lo que se han dedicado es a medrar en el partido y a repetir las mismas ideas (no suyas) como papagayos hasta conseguir el ansiado cargo. Repito, un mínimo de 12 años cotizados.

Como era de esperar el Partido Popular ha vuelto a sacar el fantasma de ETA en una campaña electoral. Que antiguos simpatizantes y expresos de ETA se presenten como elegibles en las próximas elecciones es algo que ha ocurrido en todas las elecciones municipales desde hace décadas. Una vez cumplidas sus penas y con el visto bueno de la Audiencia Nacional y la Junta Electoral, pasan a ser ciudadanos con todos sus derechos. En España no existe la cadena perpetua ni la muerte civil. La derecha española corre el riesgo de encaminarse hacia la trumpización definitiva. Isabel Díaz Ayuso no duda en decir la primera barbaridad que se le ocurre como medio para proseguir con su acoso y derribo de Alberto Núñez Feijóo. La última ha sido pedir la ilegalización de Eh Bildu ya que según afirma la presidenta de la Comunidad de Madrid «ETA sigue viva». El problema radica en que la derecha española sigue sin asumir que ETA fue vencida y obligada a dejar las armas durante un Gobierno socialista sin conseguir ni uno solo de sus objetivos. Sorprende la casi necesidad psicológica de la derecha más radical en España de que ETA siguiese activa más aún cuando el Partido Popular ha pactado con Bildu en los últimos años en numerosos ayuntamientos del País Vasco.

Lo que se esconde detrás de que el PP resucite el fantasma de ETA, ante la torpeza e ignominia de EH Bildu, se debe a la necesidad de tratar de encontrar algo de lo que hablar en una elecciones cuyos candidatos municipales y autonómicos populares son de manera mayoritaria unos desconocidos. El PP y Vox han planteado las elecciones del 28 de mayo como un adelanto de las elecciones generales de diciembre. Se juegan todo, sobre todo Feijóo, derrocar a Pedro Sánchez. Si esto no ocurriese, el de momento presidente del Partido Popular tendría que hacer las maletas y volverse a Galicia mientras de fondo pudiese oír los vítores a Díaz Ayuso en la calle Génova de Madrid.

Suscríbete para seguir leyendo