HOJA DE CALENDARIO

Un gran vuelco electoral

El proyecto socialista y su líder Pedro Sánchez, que se ha empeñado a fondo en la campaña, salen muy debilitados de este contraste con la voluntad popular

Pedro Sánchez, en un acto de campaña con Dani Pérez

Pedro Sánchez, en un acto de campaña con Dani Pérez / Álex Zea

Antonio Papell

Antonio Papell

Por duodécima vez, desde la primera en 1979, acudimos ayer a votar a nuestros representantes municipales y de una docena de comunidades autónomas. En esta ocasión, la campaña electoral ha sido un desconcertante despropósito puesto que apenas se han mencionado los asuntos en juego, es decir, los problemas y la gestión de las corporaciones locales y de las comunidades autónomas, que tienen atribuidas las competencias más cercanas a la ciudadanía y que, por ello mismo, influyen grandemente en el bienestar de los ciudadanos. La campaña, muy crispada, ha generado movilización, y de hecho la participación en las autonómicas ha subido con respecto a 2019, al igual que las capitales más tensionadas, como Madrid y Valencia.

El Partido Popular, afectado internamente por sus propias vicisitudes recientes, ha planteado estas elecciones como las primarias de las generales de finales de año, y manifiestamente la atención se ha desviado hacia asuntos en teoría beneficiosos para los conservadores, como la presencia de Bildu en las instituciones (tras el inconcebible error de los vascos de alinear entre sus efectivos a condenados de ETA por delitos de sangre) o el fraude de los votos por correo, que lleva muchos años acompañándonos sin que haya mermado la credibilidad del sistema electoral. Pedro Sánchez ha entrado al trapo y su protagonismo en la campaña otorga a la gran derrota socialista de ayer una trascendencia añadida.

Sea como sea, los resultados ya son los que son: el PP ha ganado en número de votos en las elecciones municipales con más de 700.000 votos más que el PSOE y ha conseguido mayoría absoluta en Madrid-comunidad y en Madrid-ciudad; es muy relevante su ascenso en Andalucía, con la conquista incluso del ayuntamiento de Sevilla (el PP se aposenta en esta estratégica comunidad) y en la ciudad de Valencia. En las autonómicas, el desastre no tiene paliativos, y los socialistas han perdido todo su poder territorial, con las exclusivas excepciones de Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. El PP tendrá graves problemas con Vox, puesto que la mayoría de sus victorias locales y autonómicas que no son por mayoría absoluta lo serán solo si los populares consiguen pactar con la extrema derecha de Abascal.

Con estos datos a la vista, es lógico pensar que ha habido un notorio cambio de tendencia y que este vuelco determinará los resultados de las elecciones generales que coronarán este año político. De las 12 consultas de esta misma clase anteriores a las de ayer se desprende que, cuando las municipales anteceden en unos meses a las generales, anuncian el resultado de estas. He aquí los datos: 1995 el PP ganó el PSOE en 1 millón de votos, y Aznar logró la presidencia del gobierno en 1996. En las de 2003, el PSOE ganó el PP por 124.000 votos, y Zapatero llego al gobierno en las elecciones de 2004. En las elecciones de mayo de 2011, el PP desfondó al PSOE al superarle en 2,2 millones de votos y en las generales de noviembre, Rajoy obtenía mayoría absoluta. En las municipales de 2015, el PP superó el PSOE en 340.000 votos, y en las generales posteriores, las primeras del multipartidismo, el PP ganó en un escenario ya muy fragmentado. Por fin, en las municipales del 2019, el PSOE ganó al PP por 1,6 millones de votos, Y como es conocido, el PSOE fue el primer partido de las dos elecciones generales de aquel mismo año, en las que concurrieron cinco partidos estatales.

El proyecto socialista y su líder Pedro Sánchez, que se ha empeñado a fondo en la campaña, salen muy debilitados de este contraste con la voluntad popular, que tiene una lectura unívoca que es preciso aceptar. La izquierda comparecía con gravísimas divisiones a babor del PSOE, y Podemos ha desaparecido de buena parte de las circunscripciones, tanto autonómicas como municipales, por no alanzar el mínimo exigido. Tras este mazazo, la aventura de «Sumar» que impulsa Yolanda Díaz es cuestión de vida o muerte para la clientela progresista: o se consolida rápidamente y se hace creíble, o más vale que los progresistas se preparen para un largo periodo sabático tras las siguientes elecciones generales.

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