De campaña

Nueva emoción, fuera muermos

Sánchez cortocircuita el debate interno sobre su liderazgo. Pero la recua de perdedores de su partido también tiene la excusa de las elecciones. Feijóo queda victorioso pero descolocado ahora. Pero aquí desconfía todo el mundo

José Luis Sanz, nuevo alcalde de Sevilla, junto a Juanma Moreno

José Luis Sanz, nuevo alcalde de Sevilla, junto a Juanma Moreno

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Sánchez es audaz, arriesgado, valiente e imprevisible. Le van los retos. Y más ahora que ya se ha asegurado pasar a la historia. Antes tenía por delante ser o no ser en el partido, ser o no ser presidente. Ahora ya se trata solo de jugar. Y de ganar. Una vez saciada la vanidad, si es que la vanidad se sacia alguna vez en según qué tipo de personas. Ya le van pintando canitas. Como a González.

De repente y por sus santos bemoles morenos que ya no se habla más de lo que aconteció en las municipales. Giro de guión. Sánchez cortocircuita cualquier discusión interna en el PSOE sobre su liderazgo. Claro que también ahorra a los sanchitos, baronitos, critiquines, opositores y Pages que sean cuestionados en sus respectivos territorios. Porque hay elecciones. Así que toca apretar las filas y plantear una jornada de urnas en clave presidencial: Feijóo o Sánchez. La fórmula binaria. Simple y para simples. Al estilo Ayuso, que dijo o yo o ETA. Ahora Sánchez dice o yo o la derecha entera y verdadera con Abascal de vice. Yolanda Díaz, que con el cuajo que le caracteriza ha tardado tanto en parir Sumar, que ya nace muerto, no va a tener, tal vez, tiempo de sumar con Podemos, otro muerto al que ya no votan ni en Madrid. Por tanto, ese voto puede ir para Sánchez. O no, vaya usted a saber. Las predicciones son en otra ventanilla.

Feijóo ha quedado un tanto descolocado y como buen gallego desconfía. Bueno, el andaluz si es bueno también desconfía. Y desconfía el catalán y el vasco desconfía y el señor de Móstoles o de Calatayud también desconfía, que para eso había ido a votar y ahora se encuentra con que va a tener que volver a hacerlo. El cambio climático era esto: elecciones en julio, con la calor, con todo el país sesteando o pensando en la siesta agosteña, con el bañador puesto y ay qué calor y que si has puesto las cervezas a enfriar. Extrapolando, que es mucho extrapolar, el PP habría sacado si esto fueran generales, según los expertos, 160 escaños. Lo cual deja margen para Sánchez. Empero, en el PP ya hay sueños húmedos de poder y no pocos se ven ministros u optando a esa pedrea tan notable y no despreciable de las subsecretarías, delegaciones, jefaturas ministeriales, etc. Ayer se celebraron ejecutivas socialistas por toda España, con los líderes descolocados, dando excusas. Y lo peor: hay que hacer las listas electorales. Que pueden convertirse en el último asidero para derrotados. Sánchez querrá llenar esas listas para diputados al Congreso con gente afín pero las direcciones provinciales tratarán de, lo de toda la vida, premiar al mediocre pero fiel orgánicamente, abonar lealtades o simplemente meterse ellos mismos para tener un sueldo cuatro años más. Sería estúpido plantear que esto es siempre así y solo en el PSOE pero más lo sería considerar que en esta tesitura no va a ser así.

Ahora, los ministrines desanudarán proyectos a toda prisa o se abonarán a la molicie, la campaña y el para lo que me queda en el convento. España es una catarata de expectativas, un cronista político insomne, un asesor derrotado, un aspirante esperando a que el teléfono suene. Los que siempre acuden al auxilio del vencedor tienen trabajo, los que siempre dicen te lo dije tienen ya la boca seca y la lengua estropajosa. No es mal menor que tengamos que volver a soportar una campaña y hasta una jornada de reflexión. Una ola de encuestas y una pila de promesas y mentiras. La campaña empezará con el chupinazo, o sea, en San Fermín. Nos ahorramos las metáforas taurinas, que están algo gastadas al igual que las náuticas. Todo el mundo debería nacer con un cupo de metáforas náuticas a emplear y no no sobrepasarlo nunca. Le iría viento en popa. En Andalucía, el Estatuto prohibe las elecciones en julio y agosto. No se enteran allá en Madrid. Están locos estos romanos.

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