TRIBUNA

Manual de democracia

Manual de democracia

Manual de democracia / L. O.

Rafael Jorba

En una España en la que unas elecciones municipales provocaron un cambio de régimen, no debería sorprender a nadie que la derrota en toda regla del PSOE en las elecciones locales y autonómicas del domingo propicie la disolución de las Cortes y la convocatoria anticipada de elecciones generales para el 23 de julio. No se trata, como se insiste, de que Pedro Sánchez se disponga a escribir un nuevo capítulo de su Manual de resistencia; es una decisión que se fundamenta en un simple manual de democracia. El presidente lo ha resumido así: «Solo hay un método infalible, que es la democracia. Lo mejor es que los españoles tomen la palabra para definir sin demora el rumbo político del país».

En efecto, el líder del primer partido de la oposición planteó las elecciones del domingo como un test para «derogar el sanchismo» y acabar con un «Gobierno roto». La estrategia de Alberto Núñez Feijóo le ha dado un resultado excelente: no solo recupera gobiernos autonómicos y capitales de provincia, sino que en términos electorales el PP aventaja porcentualmente al PSOE (31,50% frente al 28,11%) y suma 757.000 votos más. La legitimidad del origen del sanchismo no ha quedado derogada, pero sí seriamente tocada. Los aliados del «gobierno roto», además, han cosechado aún peores resultados: Podemos desaparece del mapa autonómico de dos comunidades de referencia (Madrid y Valencia) y los promotores de Sumar, la alternativa que propicia Yolanda Díaz, se estancan.

En este contexto, el presidente Sánchez tenía tres alternativas: no darse por enterado del varapalo electoral y liarse la manta a la cabeza, romper con sus aliados incómodos en retroceso y gobernar en solitario hasta diciembre o encajar la derrota y convocar elecciones anticipadas. Esta última opción no solo es la que mejor se corresponde con el manual de democracia, sino que recorta el tiempo del ruido político que corroe las instituciones y que iría in crescendo durante el último semestre de este año electoral. La vía intermedia -un Gobierno en solitario del PSOE- era la que auguraban algunos analistas, pero podría activar una pinza a lo Anguita contra el presidente: el fuego cruzado de las dos derechas (PP y Vox) y de sus exaliados de la llamada izquierda de la izquierda.

La decisión de Pedro Sánchez, además, tiene la virtud de acortar los tiempos. Primero, en el interior del propio PSOE, donde la convocatoria electoral tendrá el efecto de cierre de filas y apagará las críticas de los barones díscolos. Después, entre sus hasta ahora aliados que tendrán 10 días para deshojar la margarita de sus alianzas electorales (es el tiempo que fija la Loreg para que Unidas Podemos y Sumar formalicen un pacto de coalición). Y, mirando a su derecha, el presidente quiere que la foto del PP y Vox pactando gobiernos y alcaldías (la foto de la plaza de Colón en versión local) no se difumine con el tiempo y se mantenga fresca en la memoria del electorado progresista el 23 de julio.

Los asesores del presidente del Gobierno, entre tanto, empiezan a calibrar los factores del voto de censura recibido el domingo. Desde esta óptica, el resultado de Catalunya -el PSC como primera fuerza y el sorpasso de JxCat a ERC en el espacio procesista- refuerza la vía del apaciguamiento abierta por Sánchez y no se considera el factor determinante del descalabro socialista en el resto de España. Por contra, la utilización impropia del terrorismo de ETA en campaña ha tenido un efecto perverso y ha alimentado a los extremos: ha dañado al PSOE en beneficio de las derechas y ha dado alas a Bildu en el País Vasco y Navarra.

Hay un tercer factor que cobra importancia y responde a la pregunta siguiente: ¿cómo es posible que con los buenos datos macroeconómicos -crecimiento del PIB, contención de la inflación, reforma laboral y su impacto en el empleo- y con las políticas sociales -salario mínimo, ley de vivienda…- Sánchez no rentabilice ese clima de recuperación con paz social? La respuesta: han hecho mella en un sector del electorado las políticas de ingeniería social de Podemos, sobre todo con el debate para enmendar el efecto perverso de la ley del solo sí es sí o las cesiones en la llamada ley trans. Si el feminismo clásico mostró ya su descontento, el impacto de estas políticas ha sido demoledor en las llamadas clases medias. ¿Corregirá Sánchez el rumbo en esta campaña exprés?

Periodista

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