La Opinión de Málaga

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Javier Cuervo

ARTÍCULOS DE BROMA

Javier Cuervo

Tierno verano de azoteas

Tierno verano de terrazas. L. O.

Las terrazas y las azoteas son el aire libre privatizado para comer y beber. El aire acondicionado nunca fue gratis, pero el aire libre sí, hasta que empezaron a cobrar por la silla a la fresca en las terrazas de la plaza y en los kioscos de la alameda. Ahora que las aceras son anchas respecto a los coches, han vuelto a ser estrechas respecto a los bares. Como a todos nos gusta sentirnos tan anchos, las angosturas denuncian las preferencias de nuestros alcaldes. Ocupadas todas las terrazas, la hostelería se sube a las azoteas.

Pronto nombraremos con más precisión unas y otras. La «terraza», que viene de la tierra del latín clásico, nombra los extremos del edificio de los pies a la cabeza. La «azotea», que viene de la tierra del árabe culto, en castellano sólo nombra la cabeza del edificio y, humorísticamente, el estado psiquiátrico de la chola.

En el mundo del consumo que ha conquistado el suelo urbano y tiene las terrazas a reventar, sirviendo ensaladas de ahumados al tubo de escape y cañas y barro de cerveza y polvo, las azoteas se han puesto de moda porque nos gusta explayar la mirada en la inequívoca belleza de los atardeceres y el mar de tejados con sus cabrillas de tejas. En las azoteas -esas terrazas a las que se llega en ascensor- todo sube (los consumidores, el alcohol y los precios) menos la temperatura de la tarde, que refresca porque está más cerca del viento y más lejos del asfalto. Las subidas pagan el poder y el vértigo de la altura y la coquetería de las ciudades.

Las azoteas extienden un turismo vertical que tiene de consumo y de experiencia, llena con vacío el final de la tarde y el principio de la noche y come, bebe y contempla en jardines que son selvas a escala y piscinas que reproducen lagos en miniatura. La música en el aire nos hace sentir como en las películas a las que nos mudaríamos por mejorar el aspecto y el guion de todo en la vida.

Las azoteas dan la vista de pájaro que no precisa de un picado para comer ni beber, son el nido del águila que tantos nombres dio a la cerveza que ahoga la sed empecinada y feliz de los veranos.

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