La de cosas que haríamos de otra manera si pusiéramos toda la atención en ellas y, sin embargo, qué pocas veces podemos enfocarnos del todo en aquello que estamos haciendo. A veces mientras hacemos algo estamos pensando en lo siguiente y cuando finalmente afrontamos eso que sigue nos persigue la idea de que no hicimos correctamente lo de justo antes y así vamos entorpeciendo y alterando el efecto de la mayor parte de las cosas que hacemos y nos suceden. Cuántas veces se queda uno pensando en lo diferente que hubiera resultado haber dicho tal cosa o hecho tal otra. Pero en el momento en el que ocurren nos pasan desapercibidos los detalles, que son las más de las veces lo más importante. Es con los detalles con lo que se regula, modifica y personaliza cualquier acción, situación o actividad y a la vez lo más fácil de pasar por alto cuando no se presta la debida atención. Son los detalles los que determinan un buen trabajo, una buena presentación o entrevista, los que terminan por confeccionar una buena obra, una gran novela o película. Es con los detalles con los que se transmiten lo que sentimos a los demás, no vale un te amo, ni un te echaba de menos, si falta el calor de la mirada, o la genuina sonrisa de tenernos.
Cuántas cosas haríamos de otra manera si supiéramos a tiempo que no habría luego oportunidad de hacerlas de ninguna forma. Cuántas cosas perdemos por el camino por andar perdidos por el terreno. Cuántas veces nos pasa lo mismo sin que dejemos de hacerlo igual. Pero qué placer y qué bonito cuando uno por fin conecta con lo que hace, cuando lo da todo en el momento que toca, cuando sale bien y nos lo merecemos y si sale mal sabemos que no es por no hacerlo bien o por haberlo hecho tarde.