Se nos ha ido Maritere Campos. Le decimos adiós con dolor, con mucho dolor, pero sabemos que no se ha ido del todo. Ahí queda para siempre su enorme legado, original, rico, y diverso. Ha hecho historia en el periodismo español durante más de 50 años, y consideramos que el personaje debería ser estudiado en las Facultades de Periodismo. La trayectoria profesional de la Campos ofrece material abundante para el estudio y análisis, incluso la crítica. En los servicios de documentación de la prensa, en los archivos sonoros de las radios y en las videotecas de las televisiones respectivas se conserva el tesoro de una grandísima profesional, referente para las nuevas promociones de periodistas. En la asignatura Historia del Periodismo Español debería ocupar un extenso capítulo, que enriquecería el conocimiento de quienes aspiran a ser periodistas sobre diversas maneras de ejercer la profesión. Fue maestra en el oficio, hecha a sí misma a base de estudio, imaginación y trabajo. Desde aquella jovencísima locutora que inició sus pasos en Radio Juventud de Málaga con 16 años, hasta llegar a ser la ‘reina de las mañanas’ en las televisiones españolas en cualquiera de las cadenas, en cada programa ha dejado su huella de originalidad, frescura, atrevimiento y compromiso.

Mas no es nuestro propósito resumir la trayectoria del personaje. Ya lo hacen, y muy bien, otros colegas. Ahora sólo pretendemos dejar testimonio de nuestra relación desde que nos conocimos, allá por los años de la Transición. Maritere fue siempre, no una simple colega, sino más bien una verdadera compañera. En numerosas ocasiones compartimos mesa en ruedas de prensa ante artistas y políticos, también en actos institucionales. Su trabajo era para Radio Juventud; el nuestro, para Radio Popular. Trabajábamos para distintas empresas, pero con idéntico espíritu de servicio y sin estilo competitivo. Cuando nos sentimos más compañeros que nunca fue al darnos el abrazo en el cementerio de Marbella. Acababa de entregarle el sobre que Pedro Aparicio nos había encomendado dejara en sus manos, porque su agenda le impedía hacerlo personalmente. Aquella carta servía de acompañamiento en tan duros momentos. Maritere se vino a mis brazos con afectuoso gesto y mostró su deseado consuelo con lágrimas contenidas. Su matrimonio con José María Borrego, ya roto, se había terminado definitivamente. Ahora se iniciaba otra etapa no exenta de dolor, pero absolutamente libre, cumpliéndose la ansiada libertad defendida en su lucha por la mujer.

Fue pionera en defensa de los derechos de la mujer ya desde los micrófonos de Radio Juventud. Está dicho hasta la saciedad. Su paso por la Universidad fue decisivo para relacionarla con los movimientos feministas y le dio el impulso necesario para ponerse a la cabeza en esa incipiente misión transformadora. Feminista desde muy joven, fue atrevida y adelantada en su tiempo. Su espíritu combativo y su habilidad comunicadora la llevaron a crear programas radiofónicos que rompían todos los cánones de la profesión. Nacía Mujer 72 y con él una nueva radio. A partir de entonces numerosas iniciativas radiofónicas que tenían como protagonista a la mujer. Se ganó la audiencia, sobre todo femenina, por su estilo directo y se hizo propagandista de los derechos de la mujer, denunciando con claridad los defectos de una sociedad machista que había que transformar.

Uno de sus mayores éxitos profesionales se debe a que hizo una radio muy participativa. Una tarde, escuchando Radio Nacional tuvimos la oportunidad de hablar con ella a través de la emisora. El programa, quizás Apueste por una, era de contenido plural, abierto, dando la oportunidad a que la audiencia pudiera exponer sus ideas sobre el tema que fuera. No pudimos resistirnos. Marcado el teléfono para los oyentes, con suerte entramos en antena. Siguiendo la línea del programa, pudimos manifestar nuestra opinión sobre el papel de la mujer en la sociedad moderna. Todo un alarde de profesionalidad. Entre los múltiples recuerdos de nuestra larga vida, hemos encontrado una fotografía con ella. Había venido a pasar la feria de Málaga y deseaba saludar al alcalde. La foto data del año 1992. Se nos ve sonrientes, subiendo las escaleras del Ayuntamiento cogidos de la mano. Un recuerdo guardado con esmerado celo. Ni la fama, ni la distancia disminuyeron nuestro mutuo afecto. Adiós Maritere, compañera, adiós.