Fin del verano, las rutinas florecen y nos satura nuevamente aquello que absorbía nuestra energía; vuelta la merma de esperanza en un mundo mejor, porque todo sigue idéntico rumbo, incluso aquí, pero hay que seguir luchando.

Nos asfixia el paro, inflación, vivienda, la mala educación, la sanidad tocada de muerte como las pensiones, leyes sin calidad, justicia lastrada, el político que escala a costa de la paz social…

Cambio ‘malagueña salerosa’ por ‘mosqueada’, dado el panorama nacional al local. Pensar en la venta de nuestro horizonte a los cataríes para plantar en el puerto un mojón, en ambos sentidos, de hotel rascacielos, mientras los ‘empáticos de smartphone en mano’ se escandalizan de un beso y no de los velos y burkas que vemos en nuestras ciudades y que esconden una amenaza mayor que la de un pelagatos indecoroso pasado de rosca, al que han entregado los ‘woke’ de sus propios camaradas de ideología o dogma y algo más; porque los escándalos que seguro vendrían de su mano, desde llevarse la Supercopa de España a Arabia Saudí, hasta vete tú a saber, seguro que salpicarían a muchos gerifaltes. No es «piensa mal y acertarás» sino el modus operandi de la élite que maneja los hilos de los otrora votantes, luego administrados, cual esclavos de un sistema que están corrompiendo mediante vericuetos legales para quebrantar la igualdad, libertad y el estado de bienestar, hasta en idiomas cooficiales. ¡Hartura de dogmatismo político fundamentalista!

Los cambios se dan con el ejemplo individual compartido y ahora la valentía no está en perder la vida sino en no lucrarse a toda costa y expresarse.

Nuestro alcalde y los malagueños sabremos reconducir la falta de ingresos que suponga un ‘No’ a vender nuestro horizonte, nuestra cultura y valores.