La Opinión de Málaga

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Fernando Ull Barbat

EL OJO CRÍTICO

Fernando Ull Barbat

El aznarazo

El aznarazo Fernando Ull Barbat

Tal vez recuerde el amable lector que en el último Gobierno del dictador y Jefe del Estado Francisco Franco, su presidente, Carlos Arias Navarro, tuvo la ocurrencia de presentar un programa de gobierno ante las Cortes franquistas cuya principal novedad fue la propuesta de aprobar una ley de asociacionismo político dentro de lo que entonces se llamaba el Movimiento Nacional. A aquella propuesta se le llamó el espíritu del 12 de febrero. En realidad no fue más que el último burdo y patético intento de perpetuar el régimen franquista maquillando su profunda base antidemocrática a base de leyes con falsas denominaciones con las que intentar engañar a Europa. Y sobre todo un modo de perpetuarse en el poder, es decir, de pasar de la dictadura a otro sistema en el que la jerarquía franquista pudiese seguir cobrando un sueldo mensual sin hacer nada. De hecho, Arias Navarro llegó a presentarse como candidato al Senado por Madrid por Alianza Popular en las primeras elecciones generales que se celebraron en España. Afortunadamente no salió elegido.

El escándalo entre las filas fascistas fue tremendo. Aquello sonaba a aceptar, aunque fuera de manera remota, un posible futuro destino democrático. Una de las cabezas visibles del búnker franquista, el exministro y procurador José Antonio Girón de Velasco, publicó en el periódico Arriba, la biblia del franquismo español, una declaración en la que arremetió de manera furibunda contra el aperturismo de Arias Navarro. En la incipiente prensa libre española, la revista Cambio 16 lo bautizó como el Gironazo. «Se pretende que los españoles pierdan la fe en Franco y en su Revolución Nacional», dijo el león de Fuengirola. Arias Navarro, de manera lamentable, dio marcha atrás y días después afirmó en un acto público que el único espíritu que tenía en cuenta era el del 18 de Julio. Después de decirlo se puso a cantar el cara al sol.

La intervención de José María Aznar, hace unos días, en la sede de la fundación Faes, afirmando que la sociedad española debía decir basta ya a la figura política de Pedro Sánchez, utilizando la famosa frase Basta Ya que la democracia española repitió hasta la saciedad frente al terrorismo de ETA, tuvo dos pretensiones. Por un lado, subrayar la política del Partido Popular de estos últimos años en el sentido de someter a Pedro Sánchez a un proceso de despersonalización para así poder decir de él los mayores insultos sin atisbo de medida. Al comparar a ETA con el presidente del Gobierno, Aznar se situó a la cabeza de los conspiranoicos y la extrema derecha mediática española que sigue nombrando a ETA a la menor ocasión a pesar de que se disolvió hace más de diez años. Por otro lado, Aznar volvió a marcar el paso al de momento presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, recordando que la única estrategia válida es la del cuanto peor se encuentre la política en España, cuanto más embarrado sea el debate político, mejor será para el Partido Popular. Eso es lo que entienden algunos por ser un patriota. Aznar reclamó una gran movilización social para parar los pies a un partido político que quiere romper España y malvender la patria. Es decir, lo mismo que decía hace treinta años antes de que pactase con Jordi Pujol para poder formar su primer Gobierno.

Al día siguiente de la solemne declaración de Aznar el Partido Popular anunció la convocatoria de una manifestación contra una posible amnistía a los implicados en el referéndum ilegal catalán. Las similitudes entre el Gironazo y el reciente Aznarazo son evidentes. Con ambas declaraciones sus responsables trataron de anular la entrada de aires de cambio dentro de su ámbito político. En el caso de Aznar resultó cuando menos cómico y extravagante. Si ha habido en España un presidente del Gobierno que ha modificado su intenciones políticas de un día para otro ese fue José María Aznar. Después de pasarse la última legislatura de Felipe González despotricando a diario sobre una inminente ruptura de España, Aznar pactó con la CiU de Jordi Pujol entregando a los nacionalistas catalanes todo lo que quisieron. Los que tenemos cierta edad recordamos las crónicas periodistas de los días posteriores a la victoria pírrica del Partido Popular en 1996, cuando los diputados de CiU recorrían eufóricos los pasillos del Congreso de los Diputados gritando «¡nos lo dan todo, nos lo dan todo!».

El Gironazo no consiguió sus objetivos. La democracia consiguió imponerse en España frente al búnker franquista que odiaba la libertad. José Antonio Girón de Velasco se retiró a Fuengirola donde se hizo multimillonario gracias a pelotazos urbanísticos que tuvieron su base en la gloria que disfrutaron durante el franquismo sus máximos responsables. José María Aznar, siempre malhumorado y de mala leche, lleva años tratando de construirse un pedestal dentro del PP desde el cual pontificar cuando se le antoje para así poder esconder su anodino e irrelevante paso por la presidencia del Gobierno de España.

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