En un concejo asturiano icono de la carboelectricidad preservó su vida, refugiada en un valle del Nalón medio, la aldea perdida de Bueño, con una densidad de hórreos tan alta como la de kilowatios de origen mineral una milla río arriba. Plantar en una casona un centro cultural, con un espacio escenográfico anejo semienterrado, hacer sonar en él una pieza portentosa de Joâo Pimenta Gomes a los mandos del sintetizador, disfrutar de la apoteosis de materia y magnetismo del escultor Herminio, gozar con las provocaciones etnofeministas del grupo Algaire, para cerrar con el fado innovado de la gran Carminho, pues la matriz del evento es astur-portuguesa, descose de tal modo zurzidos del viejo mundo categorial, mientras la tarde va entrando en la noche, el Noroeste sopla y la lluvia viene y va, que una sensación de irrealidad, o de paso a otra realidad, lo engulle todo, con nosotros dentro.
