Opinión | Viento fresco
Paseo en globo
Veo una taberna en la que no cabe un alfiler. De hecho, el alfiler está fuera con su familia, delgados y altos como él

Luces de Navidad en Larios.
La gente utiliza la barandilla de la parada de metro Atarazanas para apoyar el vasito de vino o la caña que ha pedido en la Antigua Casa de Guardia, taberna con solera y más en la que no cabe un alfiler. De hecho, el alfiler está fuera con su familia, otros alfileres igual de altos y delgados que él. El gentío va y viene con bolsas o con un cebollón, con ganas de comprar o de vender, volviendo de comidas de empresa o yendo a cenas de empresa. Ocho de la tarde. Un niño pide a su padre que le compre un globo y el caso es que debe ser un niño con una gran imaginación, dado que no hay ningún vendedor de globos que pueda ser atisbado o incluso visto. La ciudad no conoce la oscuridad y cientos o miles de personas, diríase que ciudadanos, sacan sus móviles y apuntan con ellos a un cielo de dudoso color parduzco para captar el lucerío, la luminosidad y tal vez hasta el sonido de unos confusos villancicos que tal vez sean reguetón. Fantaseo con que de repente cayera un angelote del cielo y se estampara contra un comerciante de Valladolid o una notaria de Coslada, con el consiguiente pitote y dificultad para que arribara una ambulancia. ¿Asistirían al ángel?, ¿saldría indemne por serlo?
Hay que ver lo que me ha costado aparcar, afirma una señora con un razonable parecido a Nadia Calviño. Pues verás lo que te va a costar desaparcarlo, le replica un señor con cazadora militar con el que acaba de encontrarse. Tienen más pinta de Facebook que de Tinder. Supongo que se referirá a las criminales tarifas de los aparcamientos municipales de la zona, en los que debería ser posible dejar un testículo o un riñón en pago o dación para poder satisfacer la tarifa por haber estacionado el utilitario durante hora y media. Aranda está lleno. No importa cuando lea esto. Iba a escribir que es imposible calcular el número de churros expendidos una tarde de Navidad cualquiera en este establecimiento, pero supongo que el que encarga y compra la harina, el agua, la sal y el azúcar sí lo sabe. Sería un buen dato. No un churro de dato. La tarde avanza, lo cual es un pleonasmo o dato innecesario, dado que no hay tarde que no avance por mucho que a un solitario anciano residente en un casoplón del extrarradio se le esté haciendo muy larga y esté albergando tentaciones de bajar a la calle, coger un resfriado y un autobús y plantarse en el Centro a navidear, deambular, andar y mirar. Doy vueltas y vuelvo a la Alameda, en la que hay más gente que en un Jueves Santo. Veo a un vendedor de globos, pero cualquiera encuentra ahora al niño que quería globos, que a lo mejor soy yo mismo en un universo paralelo, con mi padre diciendo vámonos y yo empeñado en el globo. Pensando en los Reyes Magos.
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