Opinión | MIRANDO AL ABISMO

Neurodivergencia

Las altas capacidades son un tipo de neurodivergencia ya que esos cerebros, como el mío, no procesan la información obtenida del entorno como la mayoría

Se detectan muchos menos casos de niñas con altas capacidades que de sus compañeros varones.

Se detectan muchos menos casos de niñas con altas capacidades que de sus compañeros varones. / Pixabay

Normalidad es una palabra que utilizamos a diario para establecer la forma en la que se comportan y cómo resuelven los quehaceres diarios la mayoría de la gente. Pero hay que entender que la normalidad no abarca a todo el mundo y que existe la neurodivergencia, que no es más que la forma en la que denominamos a un cerebro que procesa el mundo de otra manera que no es la de la norma. Sabemos ya que la neurodivergencia es difícil y diversa y que la sociedad no está preparada para entender cómo procesan el universo algunos cerebros.

Sin ir mucho más lejos, las altas capacidades son un tipo de neurodivergencia ya que esos cerebros, como el mío, no procesan la información obtenida del entorno como la mayoría.

Tener un cerebro con así es como tener un ordenador con cuarenta ventanas abiertas trabajando a la vez y mantener control absoluto de lo que hace en cada una de ellas. Los cerebros con altas capacidades piensan más rápido e interconectan mejor las ideas. Tienen una velocidad de procesamiento neuronal más veloz que los cerebros normales.

Una desventaja de estos cerebros con altas capacidades es que siempre hay una ventana del ordenador funcionando, nunca se desconectan. Esto hace difícil dormir o dejar la mente en blanco. Siempre molestó en algunos entornos la forma en la que funciona mi mente. Me llamaban rara, friki, anormal… Durante años detesté la manera en la que interpreta mi cerebro la información que recogen los cinco sentidos.

Mi cerebro es racional y analítico y con un sentido muy particular de la justicia. Por ser como soy, por pensar como pienso, mi infancia y mi adolescencia estuvieron marcadas por el bulling. Me hice pequeña, desaparecí en la masa. Dejé de emocionarme aprendiendo. Solo quería ser normal. No quería ser la niña que veía la función exacta de las palabras en una oración, ni la niña que empatizaba con los poetas y su función estética del lenguaje.

Ahora no. Ya no me avergüenzo. Ahora sé que tengo un cerebro raro, diferente y friki. Tengo un cerebro creativo y rebelde, que no me deja rendirme, no importa las veces que me rechace el sistema. Tengo un cerebro que entiende regular las cosas que no puede divisar, que no se orienta sin la ayuda de la señora de google maps. A mi cerebro le gustan las rutinas y los retos y conocer otras formas de pensar distintas a la suya.

Nadie debería tener que ocultar que tiene un cerebro que funciona más rápido que el de la mayoría . Nadie se esconde cuando corre más rápido que otro, o cuando juega mejor al fútbol.

No sé si procesar la información de manera más eficiente es lo que me hace conocer el tono exacto de azul que tiene el Mediterráneo en invierno, o si mi neurodivergencia es la responsable de que entienda que toda belleza es efímera y que el tiempo se mide diferente en el sur.

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