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Desengañado de Occidente, Rusia recurre al maximalismo

Vladimir Putin.

Vladimir Putin. / Reuters

Desengañado de Occidente, como confesó recientemente en una entrevista con un medio de comunicación ruso, el presidente Vladimir Putin defiende ahora posiciones maximalistas en relación con Ucrania.

A juzgar por las declaraciones del representante permanente adjunto de la Federación Rusa ante la ONU, Dmitri Polianski, el Kremlin no aceptará otra cosa que no sea la total capitulación de Ucrania.

Rusia pretende además establecer sus condiciones, que, al juzgar al menos por algunas ideas que flotan en la Duma (Asamblea legislativa), sólo cabe calificar de «draconianas» y con seguridad inaceptables para Kiev y la OTAN.

Según el analista británico Alexander Mercouris, que suele tener buenas fuentes rusas, los legisladores de ese país hablan ya de imponer a Kiev la disolución de sus Fuerzas Armadas.

Hay quien incluso quiere exigir a Kiev que entregue todo el armamento pesado recibido de Occidente y que renuncie no sólo al territorio ya anexionado sino también ciudades claves como Odesa, un hueso duro de roer.

Podría, eso sí, dicen, crearse en esa ciudad portuaria una zona de libre comercio que permitiría a Ucrania seguir exportando a través del mar Negro sus productos agrícolas.

Y sobre todo, Moscú exigirá la total neutralidad a esa Ucrania disminuida, condición absolutamente clave para Putin y que justificó su invasión del país vecino.

Ucrania podría, eso sí, unirse al grupo BRICS, liderado por Brasil, Rusia, India, y Suráfrica, si así lo creyese oportuno.

Se trata, repito, sólo de ideas que supuestamente flotan en el Parlamento ruso, que equivalen a vender la piel del oso antes de cazarlo, y no de un plan del Kremli.

El problema es que de ninguna manera aceptaría el Gobierno de Volodímir Zelenski tal capitulación si finalmente Moscú decidiera plantearla en tales términos.

Seguramente, Kiev decidiría continuar la guerra «hasta el último ucraniano», lo que obligaría sobre todo a los europeos a seguir apoyando militarmente al país invadido.

Con otros frentes abiertos como es el de Oriente Medio y el de la inmigración masiva en su frontera sur, que parecen preocupar en este momento a los republicanos de EEUU más que el conflicto de Ucrania, queda por ver cuál sería la reacción de Washington.

A pesar del visceral rechazo que Putin provoca en su homólogo norteamericano, Joe Biden, el presidente ruso parece no querer cerrar totalmente la puerta a eventuales negociaciones con EEUU, pensando sobre todo en un posible cambio en la Casa Blanca el próximo año.

¿Y qué decidirían los gobiernos europeos en ese caso, que son los principales perjudicados por una guerra que deseaban ardientemente sobre todo Londres y Washington y que aquéllos no supieron evitar. ¿Tendrán que prepararse ahora para un conflicto de mayores dimensiones con Rusia? ¡Terrible perspectiva!

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