Opinión | Viento fresco
Mar adentro

«Antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, siempre el mar, ya estaba», decía Borges / L. O.
He dado un paseo, he escrito una columna, he desayunado y miro gaviotas picoteando nubes.
Podría ser el inicio de un poema moderno. O la anotación a vuelapluma para un dietario. El tiempo se destensa en Navidad y llegan mensajes de gentes olvidadas o poco presentes; llegan compromisos y citas con la familia, con el tiempo y con la melancolía. Por eso es bueno, no solo ahora, supongo, adelantar la levantada y explorar las calles solitarias confesándose uno a sí mismo, reflexionando, ejercitando el cardio, acumulando justificaciones y argumentos para después poder pensar en el deber cumplido. Y en comer o beber algo de más.
El viento frío me abofetea. No me acaricia la cara y las mejillas, no. Eso, el viento acaricia mis mejillas, es para las novelas o para el Caribe. Observo deportistas y atisbo un pequeño gentío cerca de una parada de metro. Voy dando con mis pasos hacia la mar, en una suerte de querencia inconsciente. Lo veo verdoso e inmenso y me acuerdo de aquello de Borges: «Antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era». No sé quién era yo antes pero la mar ya me observaba. Hoy observa a mi yo presente. No sé si notará la diferencia, el mar es un testigo discreto. También un aliado fiel y un enemigo letal para quien lo reta. Yo solo reto a sus inofensivas olitas de la orilla, con los pies, en verano, introduciendo si acaso, cauto, como un polizón, un polizón de la mar, cuatro o cinco metros adentro mi cuerpo. No mis intenciones, que quedan en la orilla. Ya sea intención de mirar el paisaje, observar cuerpos gloriosos, pensar versos o comerme un arroz marinero o unos boquerones que tal vez un rato antes estaban cerca de algún bañista o de mí mismo. A lo mejor uno de esos boquerones tocó mi rodilla y ahora está tocando mi estómago. Son gajes del azar, que nos persigue igual que el tiempo. Estamos en la orilla del día, que vendrá luego embravecido y levantisco, quién sabe. El caso es no marearse demasiado. Buen día.
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