Cada Navidad

Pasan los años con una rápida cadencia parsimoniosa. Los buenos momentos son un suspiro intenso, los atragantados, gemebundos interminables y cada Navidad se debate entre ellos, pretendiendo evocar paz, amor, encuentro, familia, perdón, alegría… Luego, el consumismo al que nos abocan las marcas comerciales se afana por tocarnos el corazón para llegar hasta nuestro bolsillo. Normal, es época de regalos y, por ende, de activación del comercio, aunque el local o autóctono esté en peligro de extinción, como los alquileres y la calidad y eficacia legislativa…

Es tiempo de solidaridad y multitud de entidades nos recuerdan que necesitan ayuda, pero son tantas que no hay economía doméstica que abarque semejante atomización. Además, hay que comprar lotería; acudir a citas de trabajo, amigos, compromisos; adquirir regalos; consumir delicatessen; llenar neveras, alacenas… Navidad es: gastos extras, promesas futuras, dietas pospuestas, estudios en pausa, trabajo de más, dinero de menos… Y sí, somos muy de criticar, aunque más somos de disfrutar, así que recuperando tradiciones, otro año haremos lo que cada Navidad, porque nos gusta el sabor añejo y desearemos reconocernos en aquel, rememorando vivencias, transmitiendo venideras. Contribuiremos al pegamento de un pueblo, de una región, un país y de Occidente que también se mira en Oriente, con el propósito de no sucumbir al odio, al caos y asegurar la democracia, justicia, libertad… Independientemente de la fe, es precioso pensar que un niño nació para darnos paz, esperanza, recordarnos ser mejores e irradiar alegría. Celebraré eso con mis hijos y quien quiera compartirlo, aunque seamos opuestos.

Cada Navidad Málaga está preciosa, no sólo por las luces, escaparates, los monumentos que perduran… sino más por las ganas de celebrar, de reír; por el espíritu que facilitará el amor, alegría, paz y la decisión para lograrlo.

Suscríbete para seguir leyendo