La discordia y la templanza perdida

El discurso de Nochebuena del Rey, con la Constitución en el centro del momento político, ha sido coherente y redondo, incluso como pieza retórica. Con todo, siendo muy pertinente la invocación de nuestra Carta Magna y del espíritu de la transición como su «ánima», conviene recordar que éste no fue efecto de una epifanía, sino de las actitudes que lo convocaron: el respeto personal entre adversarios políticos cuyas posiciones de partida estaban enormemente más alejadas de lo que están las de los actores de hoy, grandes dosis de tolerancia hacia el contrario, ausencia de descalificaciones radicales, diálogo irrestricto y unas formas en las que insulto o agresión entre dirigentes estaban excluidos. Había más motivos objetivos para que creciera el «germen de la discordia» frente al que con toda razón alerta el Rey, pero la templanza en los comportamientos políticos no dejó que medrara.

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