Opinión | Ver, oír y gritar
Bombas y zambombas

Militares en el este de Ucrania / Europa Press/Contacto/Madeleine Kelly
El nacionalismo ucraniano, en su afán de alejarse del influjo del Kremlin, se enfrenta a Rusia por la invasión de Putin que sigue en danza, y este considera una amenaza que Ucrania abandone su esfera de influencia. O sea, la guerra entre ambos países continúa en esta segunda Navidad desde que empezó el conflicto con todas sus trágicas consecuencias. Recuerden aquello de «paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»… Pues no. En lugar de lanzar polvorones, siguen lanzando bombas y algunas zambombas, ya que es tiempo de amor, alegría y felicidad. «Lanzaos proyectiles y no amaos los unos a los otros» es una de las reglas del folleto de instrucciones. Y así concluye un año y llega 2024 sin mejores perspectivas. No es una inocentada, no.
Brindan con pólvora en las copas y se desean felices Pascuas. Bailan la «Marcha fúnebre», de Chopin, y toman turrón muy duro y amargas peladillas. Los soldados de uno u otro bando llevan gorros de fiesta y soplan matasuegras para divertirse un poco. Después se vuelven a matar y las hazañas bélicas continúan su curso. Cantan villancicos y dulces melodías, y dejan los fusiles y tocan panderetas. Enseguida se reanuda el infeliz desencuentro y todos disparan a ver quién mata más.
Putin va ganando la partida a Zelenski en el maldito tablero. El primero tiene más cascos y armas en acción. Y el segundo ha recibido múltiples ayudas militares y económicas de Occidente y dos mazapanes. La voluntad de negociación de las dos partes es nula. Pero el presidente de Ucrania debería pensar en una salida negociada para frenar la pesadilla de una vez, antes y después de Navidad. No queda otra solución en vísperas de Nochevieja y de Año Nuevo.
Ustedes toman dulces de Navidad y miran «cómo beben los peces en el río». En Oriente Medio sigue la guerra abierta entre Hamás e Israel. Deberían cerrarla cuanto antes con la fórmula de los «dos Estados». Un arreglo político en lugar del desastre humanitario y la violencia indiscriminada en Gaza, que no puede tener respaldo global. La ONU pide un alto el fuego. Europa no pasa de las palabras, y Joe Biden no hace nada para evitar la violación del derecho internacional. Así que Netanyahu tiene licencia para masacrar tranquilamente. En el portal de Belén, en territorio palestino, no hay estrellas, sol y luna. Solo escombros y se canta «La marimorena».
No solo todo esto. Hay más grandes guerras en el mundo, Somalia, Sudán, Nigeria y Siria o Yemen, y conflictos armados de menor intensidad, casi invisibles. Disputas por territorios o por alcanzar el gobierno. Amplio surtido para no dormir cuando está a punto de finalizar 2023, un año complicado más. Y qué me dicen de la guerra sucia que ha tenido que soportar Podemos… Ni apropiación indebida, ni financiación ilegal, ni caja B como la que sí tuvo el PP. Ni nada. Un asunto archivado recientemente.
Las sucias maniobras han hecho lo posible para borrar del mapa al grupo morado, al margen de los errores y también el acierto de algunos líderes como Pablo Iglesias. Desde un punto de vista conservador, el poder político, el poder económico, el poder mediático y el poder judicial conforman las elites reaccionarias con impunidad, a las que cualquier cosa les vale para atacar interesadamente en favor de la no regeneración de la política y de la inadecuada distribución de la riqueza. Ellos son los que quiebran el Estado de derecho. Los poderes fácticos se atribuyen, gobierne quien fuere, la batuta de la dirección orquestal a toda costa.
Entre los nuevos retos de Pedro Sánchez, existen ciertas prioridades que tienen que figurar en los próximos presupuestos generales que deberán ser aprobados por las Cortes. No será fácil por la variedad de fuerzas e intereses. Además, la nueva y equilibrada financiación autonómica. Las comunidades del PP reclaman 1.800 millones más de déficit después de perdonar 2.200 millones en impuestos a los que más tienen principalmente, en perjuicio del estado de bienestar. Un Gobierno de progreso está obligado a proteger a los que más lo necesitan. A una política fiscal más redistributiva y justa en el marco de un paquete social para el proceso de cambio y mejora.
El discurso navideño del rey hizo hincapié nuevamente, sin especial relevancia, en la defensa de la Constitución y la convivencia, rechazando la crispación. Reconozcamos la diversidad, el respeto y los derechos sociales. La derecha, que culpa cínicamente al sanchismo, y el matonismo de la ultraderecha ovacionan adhiriéndose como si no fueran los responsables del ruido barato que se disfruta y de las aportaciones más retrógradas en las comunidades donde se besan. La ley de amnistía no ofende a la democracia, sino a las ideas particulares de algunos. El constitucional derecho de gracia lo atestigua.
«Por eso y muchas cosas más» cantaba Luis Aguilé en Navidad, en 1973. De modo que celebremos el cotillón de fin de año con marchoso ritmo hasta altas horas de la madrugada. Tomemos las doce uvas de la suerte, a ver si las borrascas políticas se atemperan, y descorchemos botellas de cava catalán bajo el patrocinio de Puigdemont.
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