Opinión | Notas de domingo

Grandes ofertas para viajar a la inopia

Del fenómeno Taylor Swift a las evoluciones cotidianas, los berridos en el fútbol y los viajes en tren 

Taylor Swift.

Taylor Swift. / José Luis Roca

Lunes. He hablado por la radio, he hecho deporte, he comprado vino y he escrito una columna. Podría ser un poema. O las anotaciones telegráficas de Josep Pla en algunos de sus dietarios. No en el Cuaderno gris, en otros volúmenes que han sacado los editores basados en las anotaciones que hacía en almanaques.

Gran mañana. Y todavía queda la tarde. Hay que agarrarla, que si no se va rápido. La luz es un embeleco y a las ocho uno piensa en que queda el día por delante. Hasta que consulta el reloj. Es la hora en la que uno hace balance de la jornada y no sabe si proclamar la satisfacción del deber cumplido o abrir una cerveza. En el mundo de las aceitunas toman el martini con un hombrecillo dentro. Ceno escarola.

Martes. El pabellón está abarrotado y los padres berrean y jalean las evoluciones de sus hijos. Parece una competición amorosa, que quien más grita más quiere a su hijo. Pero el hijo de alguno es soberbiamente torpe y no da un pase a derechas ni chuta nunca a gol. Más que amor, veo yo ahí pasión. La civilización de un país se mide (además de por el cumplimiento de los horarios de trenes y el estado de los cuartos de baño de las gasolineras) por la educación que exhibe el público en un partido de fútbol infantil. Árbitro, que estás cegato.

Miércoles. Llegan libros. Llegan expectativas. Los volúmenes pugnan unos contra otros en la mesilla de noche. Y en el salón y las estanterías, en el dormitorio y en la cocina. Pienso en las bibliotecas que he ido formando a lo largo de mi vida y en dónde estarán algunos libros que tal vez ni recuerdo dónde o cuándo fueron comprados. Abro al azar un volumen para recordar la dedicatoria que tiene. Me la hizo un famoso escritor. Reparo (¿no me había dado cuenta hasta ahora?) en que puso mal mi nombre. No sé si reírme o iniciar una crisis de identidad. Castigo al libro en cuestión metiéndolo debajo de un montón de novelones gordos con faja. Que ni por esas adelgazan.

Jueves. Lectura de prensa y redes sociales. Taylor Swift desata la locura. Diosa. Y yo con estos pelos. Todo el mundo habla de la cantante, hasta Óscar Puente. Y uno, al margen. Hay que estudiar. Sus giras inciden en el PIB, oigo en la radio. Se ve que los swifties gastan que da gusto, copan hoteles y restaurantes y proceden de todo el orbe. Las consultas sobre vuelos de Estados Unidos a Madrid se han multiplicado. Lo del Bernabéu ha sido todo un espectáculo. Tengo yo que ver algo de esta mujer en YouTube. My Taylor is Swift. La delgada línea entre estar fuera de onda y vivir en la inopia. Insomnio moderado.

Viernes. Va uno en el tren tan ricamente pero temiendo la calor de Sevilla, que está de puente por el Corpus. Cerca de mí, unos adolescentes hacen planes para el fin de semana y un señor quizás aquejado de sordera va dando instrucciones por el teléfono para el correcto envío de un cargamento de materiales de obra. Me viene entonces a la cabeza la palabra garlopa. Hubo un político andalucista al que llamaban así. El garlopa. Había sido albañil y por eso algunos de sus adversarios lo motejaban y despreciaban. No sólo los señoritingos, también no pocos que se decían de izquierdas. Las suaves colinas de olivares me podrían provocar un arranque de lirismo pero tengo más ganas de desayunar que de imaginar versos. En el tren no hay cafetería, algo así como que en un campo de golf no haya césped. La metáfora sería mejor si hubiera tomado café. Insomnio moderado.

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