Opinión | La vida moderna merma
La liberación de Lagunillas: complejidades y contradicciones
Durante décadas fue un rincón olvidado de la ciudad, un lugar marcado por la marginalidad y la exclusión social. Nadie lo quería, nadie lo defendía

La liberación de Lagunillas: complejidades y contradicciones / Gonzalo León
La gente se ha asustado. Las alarmas se han activado. Y todo porque ha saltado la super noticia de que en las Lagunillas -Lagunillas del Rocío es su nombre original en condiciones- están proyectando pisos caros.
La vida es así de rara. Pero muchos hemos podido presenciar el desastroso estado de esa zona con todo lo que ello supone y por tanto, resulta llamativo que el lamento venga ahora porque hay turistas y no antes cuando había -y aún sigue habiendo- muchas cosas malas.
El barrio de las Lagunillas en Málaga ha experimentado una transformación tan profunda que es casi surrealista. Durante décadas fue un rincón olvidado de la ciudad, un lugar marcado por la marginalidad y la exclusión social. Nadie lo quería, nadie lo defendía. Y ahora, con la llegada de la gentrificación y el turismo, se ha convertido en el epicentro de una nueva bohemia urbana -sigo sosteniendo que el verdadero Soho de los artistas está allí-. Sin embargo, resulta irónico y francamente absurdo ver a los críticos lamentarse por esta metamorfosis, cuando fueron ellos mismos -entre muchas otras decenas de miles de personas- quienes, durante años, ignoraron y esquivaron este barrio.
Las Lagunillas, antaño una zona relegada y marginada, ahora camina hacia una nueva vida gracias a la intervención de artistas, emprendedores, capital y turistas. Las calles que antes estaban desoladas ahora están llenas de murales, se abren cafeterías, librerías chulas, tiendas de moda vintage y galerías de arte. Los edificios, antes en ruinas y llenos de gente poco recomendable, están siendo renovados para convertirse en viviendas turísticas de todo tipo, viviendas para quien quiera y pueda pagarlas y espacios culturales reales. No obstante, con este renacimiento llega inevitablemente un aumento en los precios de la vivienda y un cambio en la dinámica del barrio. A mejor de lo que hay, obviamente.
Y es aquí donde comienza la paradoja. Aquellos que nunca pusieron un pie en las Lagunillas, que evitaron el barrio por su reputación, ahora se alzan como paladines de la autenticidad y defensores de un patrimonio que nunca valoraron. Estos críticos de la gentrificación parecen olvidar convenientemente que no se puede tener una ciudad estática, inmune a los cambios y transformaciones que trae consigo el tiempo. Resulta hipócrita, por decir lo menos, ver cómo se rasgan las vestiduras por un barrio que hasta hace poco les era completamente indiferente o por el que gustaban de cruzar durante 57 segundos para sentirse bohemios viendo un gato viejo comiéndose una lata de atún encima de un muro. Oye…que está genial…y que esa zona ha dado para muchas fotos chulas de Instagram…pero en términos de habitabilidad es regular.
Durante años, las Lagunillas no recibió atención ni inversión, permaneciendo en un estado de abandono. Ahora, que se está revitalizando y atrayendo a nuevos residentes y visitantes, surgen voces que denuncian la pérdida de una «esencia» que nunca quisieron preservar cuando más se necesitaba. Es importante reconocer que el proceso de gentrificación tiene sus desafíos y que es necesario encontrar un equilibrio para proteger a los residentes de toda la vida -que allí no hay-. Pero eso no justifica el clamor de quienes nunca se preocuparon por el barrio hasta que se volvió atractivo para los demás.
Es cierto que la gentrificación trae consigo desplazamientos y cambios que pueden ser perjudiciales para algunos residentes. Sin embargo, es también una oportunidad para transformar áreas que han estado estancadas en la pobreza y el abandono. La clave está en implementar políticas que mitiguen los efectos negativos, como el aumento del alquiler y la expulsión de los residentes originales, sin frenar el desarrollo y la revitalización.
El futuro de las Lagunillas no debe basarse en la nostalgia de lo que nunca fue. Debe enfocarse en construir una comunidad inclusiva, que celebre la diversidad y ofrezca oportunidades para todos. Las críticas vacías y tardías no ayudarán a lograr esto. Es necesario un compromiso real y continuo para asegurar que el barrio pueda florecer sin sacrificar a los más vulnerables.
La zona de calle Córdoba era complicada por las noches. Prostitución a tope, drogas y un ambiente más malo que en la boda de Al Capone. Y hubo lamentos. Cierto es que todo se vendió bajo el paraguas de la cultura y era raro. Pero la realidad es que aquello ha dado un cambio enorme. Y ahora hay más turistas que nunca. Pero también más bares, comercios, cultura comercial y por ende más personas. Más vida.
Lecciones sabemos dar todos. Pero que sean justificables, con sentido y verdaderas ya es más difícil. Esto se parece a la gente que dice: «Si el dinero que te gastas en X lo guardaras, te podrías comprar un BMW». Y es curioso porque la mayoría de la gente que lo dice y arenga a los demás, suele conducir un Dacia o un Opel y está más tiesa que la varilla de un cohete. Pues algo parecido pasa aquí. Somos muchos los que llevamos años viendo a criaturas inyectándose mierda en puertas y casas en ruinas de Lagunillas. Con gente malviviendo, oliendo a rayos y truenos y con más redadas que en el Equipo A. Si ahora les sorprende que aquello se limpie, se adecente y valga caro estando en pleno centro y en un entorno super chulo, con un monte espectacular al lado y con barrios con gente super apañada en el entorno… ¿Qué quieres que te diga?
El renacimiento de las Lagunillas es un reflejo de las complejidades y contradicciones del urbanismo contemporáneo. En lugar de lamentar el cambio desde una posición de hipocresía, debemos trabajar juntos para crear un barrio que combine lo mejor de ambos mundos: la nueva vitalidad y la historia que aún queda por contar.
Hay una familia de extranjeros que hace ya bastantes años compró una de las casas de Lagunillas. La arregló completamente. A pesar del entorno. Y era espectacular por dentro y por fuera. Hoy estarán super contentos. Y con razón. Porque la zona va a ser espectacular. Otros, por no tener dinero o no querer, dejaron la zona de lado. Y pensaron en otros lugares. Y ahora se lamentan.
Amigo… A lo bueno, pronto me hago yo; a lo malo, no.
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