Opinión | Notas de domingo

Memoria juguetona

Toby Jones (Alan Bates) en una imagen promocional de 'Mr Bates contra Correos'

Toby Jones (Alan Bates) en una imagen promocional de 'Mr Bates contra Correos' / ITV

Lunes. Por no oír más a aquel amigo que llevaba meses dando la tabarra con ir a las fiestas de San Mateo, en septiembre, planeamos al fin un viaje al norte. Con tan mala suerte que por obligaciones, disponibilidad de vehículo y contratiempos varios, salimos desde Málaga un 15 de octubre. No sé a qué vamos, decía el más pesimista de mis amigos. Pero otro, que con esa frase inventó la banda sonora de aquel viaje, dijo de pronto: «Algo quedará». Y lo repitió, lo repitió mucho. Algo quedará, nos dijo a la altura de Despeñaperros; por Toledo y Madrid, merendando en una gasolinera, encarando el norte, pisando autopistas. Y en efecto, algo quedaba. Fue una de esas aventuras inolvidables, una semana gozosa y noctívaga, camaraderil, errabunda, algo desastrada en lo gastronómico y con expectativas en la alforja. No sé cuánto tuvimos que dormir para recuperarnos. Qué sé yo. Me ha venido a la memoria, que es juguetona y no sé si sagaz. Selectiva, arbitraria. Pero funciona, que no está mal.

Martes. Mr. Bates contra Correos. Prime Vídeo. Serie británica de este año. Cuatro capítulos. La batalla de un hombre, con la complicidad de muchos afectados, contra un gigante empresarial público y contra una multinacional. Cientos de responsables de pequeñas oficinas postales a lo largo y ancho del Reino Unido, y carteros, inocentes, fueron acusados de robo, fraude y falsedad cuando en realidad todo era culpa de un sistema informático fallido. Resulta increíble que algo así pasara en un país avanzado y es conmovedor ver cómo un ciudadano puede quedar hecho una marioneta desvencijada en manos de los poderosos que lo destrozarán aún sabiendo que es inocente. El reparto es fabuloso. Es, casi todo, bastante british. Tan absorto en la serie quedo que se me olvida cenar. O tal vez es un guiño a los seguidores de esta sección, que esperan que el diarista, a las primeras de cambio, cene escarola. Ceno lechuga.

Miércoles. Recibo La genealogía del vacío (Huerga y Fierro editores), de José Infante, poeta premio Adonáis, periodista que inició su carrera en el diario Sol de España y que trabajó décadas en Madrid en Televisión Española. Es su dietario, sus diarios, correspondientes a los años 94, 95 y 96. Me zambullo en ellos, en unos textos bellamente escritos y por los que transitan muchísimos nombres de todo tipo y ámbitos. Jugoso. El libro lleva, y se dice explícitamente, la huella de Cioran, a cuyo pesimismo y tono vital se adscribe Infante. Las entradas de este diario son en ocasiones aforismos o pensamientos, destellos. Uno: «El hastío es una sensación tan frustrante y tan corrosiva que te impide hacer cualquier cosa por muy nimia que esta sea. Es una sensación de parálisis generalizada que a veces es imposible de superar». También hay crónica mundana. Y fiestas. En el Joy Eslava, por ejemplo.

Jueves. Refectórium de La Malagueta. Conchas finas, pargo. La tertulia se alarga hasta las seis y pico. O mejor sería decir hasta las seis y copa. Caminando luego hacia casa paso por el Eduardo Ocón, donde hay un agitar de banderas y un vociferío importante. Es Yolanda Díaz mitineando. Desde lejos, desde fuera, parece todo como irreal, como que transcurriera a cámara lenta o en una realidad paralela. O a lo mejor soy yo el que lleva encima la realidad paralela. Y el sabor a las magníficas fresas que me he tomado de postre.

Viernes. Canal Sur. Hay jaleo en el plató y copitas de cava. Toñi Moreno cumple años. La felicito mientras me disimulan las ojeras. Y las bolsas. No me falta de nada. El programa transcurre ágil y ameno y en la pausa de la publicidad aprovecho para repasar las posibilidades de ocio que tiene el resto del día. Los viernes por la tarde hay que afrontarlos con ánimo adolescente. Y sin quitarse el maquillaje.

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