Opinión | Tribuna
El desconcierto reina en la ciudadanía
El desconcierto reina en la ciudadanía. El maremágnum que se da en el océano político es terrible y cada día sube algunos enteros. Las cosas están dejando de ser como eran, o como deberían ser, para aflorar otras formas impresentables de hacer política o, mejor dicho, antipolítica. La democracia, que tanto costó traer, se tambalea ante las acometidas irracionales, delirantes y manipuladoras de determinadas fuerzas a las que solo parece importarles ostentar el poder, pero el poder se obtiene mediante un procedimiento legal, al amparo de la Constitución, que indica el camino, por muy tortuoso que parezca o se quiera presentar. La ley marca la pauta a seguir para ostentarlo y ello pasa por el propio ejercicio democrático de elección de representantes de un pueblo soberano.
La democracia es frágil, permeable y sensible, dada la esencia de la misma, donde la libertad y el respeto a la diversidad es una garantía que ella avala. La libre expresión del pensamiento, de las ideas y credos, conforman una de las esencias de la democracia. Mas hay representantes del pueblo soberano que solo pretenden dinamitarla desde el interior, apoyados en su permeabilidad al amparo por la libertad que ella garantiza.
El político, que debería ser el principal garante del sistema, lo está corroyendo con sus actos y dilemas, con la confrontación, el fango y las continuas sombras de la duda que proyectan según les convenga. La ciudadanía española anda confusa, ‘dudante’ de todo, e inmersa en una diatriba sobre la esencia de la propia democracia. Quienes deberían ser los garantes del sistema han perdido credibilidad; se duda del poder ejecutivo al que se descalifica, insulta, denuesta e injuria; se cuestiona el poder legislativo y los órganos que lo sustentan, a voluntad de la irracionalidad de líderes políticos de espurios intereses que, en un acto de puro cinismo, ven la paja en ojo ajeno y no la viga en el suyo; la credibilidad de la justicia se muestra frágil a la vista de determinados hechos, donde las dudas de imparcialidad van aflorando. Es terrible recordar las palabras de Cosido sobre el control por la Sala Segunda: «Controlaremos la sala segunda (del Supremo) desde detrás». Y seguimos sin renovar el CGPJ desde hace 5 años, cuando fue elegido siendo mayoría absoluta el PP, lo que hace pensar que lo mantienen para poder ‘controlarlo’. Sin embargo acusan a sus oponentes de esa actitud, proyectando en ellos su propia voluntad.
El cansancio y hartazgo que se viene dando con el debate de temas de segundo orden, nos hace preguntarnos cuáles son los verdaderos objetivos de determinados partidos. Está claro que el sistema capitalista, tal como lo conocemos, se va al garete. El Estado del Bienestar, en los términos humanistas que consolidan valores de solidaridad y justicia redistributiva, está siendo cuestionado y se discute su viabilidad. Existen demasiados intereses de mercado que despiertan deseos de acceso a la prestación de servicios desde la oferta privada. La sanidad mueve ingentes cantidades de dinero y el modelo americano anda ojo avizor como depredador de su presa. Europa y su modelo, ya en declive, corre el riego de descomposición y, en este caso, los elementos saprófitos que ya la colonizan y potencian su descomposición, acabarán alimentándose de ella en un claro acto de ‘saprofitismo’ a través del ejercicio del poder.
Deberíamos hacer un ejercicio de redefinición, un intento de hablar, todos, en los mismos términos, de enmarcar los conceptos para que sepamos de qué estamos hablando, a qué nos referimos con la palabra libertad, democracia, solidaridad, soberanía popular, respeto a la diversidad o justicia social e impuestos. No podemos caer en las manos de locos con motosierra, de populismos que juegan con nuestras emociones en lugar de despertar en nuestras mentes la razón crítica, que nos lleve a comprender la realidad con el criterio propio y necesario para validar nuestro voto responsable.
Europa, o sea la UE en este caso, nos ofrece un campo de encuentro entre los 27 países que la forman; un lugar donde establecer sinergias que confluyan en mutuo beneficio de sus miembros. Puede ser una buena solución para el desarrollo de un mejor futuro para todos, pero hemos de andar con cuidado, a ver a quiénes les otorgamos nuestra confianza para que ejerzan nuestra representación en la gran institución europea.
En todo caso, la premisa básica para que todo funcione, ha de radicar en la actitud de disposición al diálogo, a la convivencia, y de objetivar el consenso y los acuerdos que nos lleven al entendimiento desde el convencimiento de que todos formamos un todo interconexo, donde debemos cultivar una beneficiosa comunión entre las partes.
¿Nos dejará el mundo político y sus estrategias de confusión cultivar esa actitud? Reivindico desde aquí el sentido común sosegado para analizar las cosas y no dejarse llevar por cantos de sirena. Los mesías, o salva-patrias, siempre acaban abduciéndote desde la sumisión y su dogma para arrebatarte la libertad. Pensemos para garantizar que existimos en libertad.
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