Opinión | 360 grados

Polémico reparto de puestos al más alto nivel

Los jefes de Estado y de Gobierno europeos no pudieron ponerse finalmente de acuerdo esta semana en quiénes ocuparán los principales cargos de las instituciones de la UE en la nueva legislatura.

No parece en cualquier caso que la presidenta de la Comisión, la alemana Ursula von der Leyen, tenga que temer por su futuro pese a las abundantes críticas sobre su gestión, considerada poco colegial y democrática.

Si finalmente no la apoyasen los liberales o los Verdes, siempre podría contar con la jefa del Gobierno de Roma y líder de Fratelli d´Italia, Giorgia Meloni, clara triunfadora en su país de las elecciones parlamentarias europeas y cuya sombra ha buscado últimamente von der Leyen.

La conservadora maltesa Roberta Metsola, a la que, pese a su posición inicial contra el aborto, oportunamente corregida, algunos colocan en el ala más moderada del Partido Popular Europeo, seguirá en su puesto.

También parece que el socialista y ex jefe del Gobierno portugués António Costa sustituirá al actual presidente del Consejo y ex primer ministro belga Charles Michel.

Éste será recordado, entre otras cosas, por la poca delicadeza diplomática que mostró al tomar asiento en una reunión con el presidente turco, dejando por un momento de pie a la presidenta de la Comisión, que le acompañaba.

De más trascendencia puede ser, si finalmente se confirmara, la designación de la jefa del Gobierno de Estonia, Kaja Kallas, para sustituir al español José Borrell al frente de la Política Exterior y de Seguridad Europeas.

Y no es que Borrell haya sido precisamente diplomático con la Rusia de Putin, a la que calificó en su día de «gasolinera con bombas nucleares», ni tampoco con el mundo en desarrollo, al que comparó con una «jungla» frente al «jardín» que era la Unión Europea.

Pero al lado del socialista español, la liberal Kallas es, al menos en todo lo relacionado con Rusia, un auténtico «halcón», y así cuando le preguntaron hasta cuándo habría que proseguir la guerra con Rusia, contestó que la paz no podía ser en ningún caso «el fin supremo».

De la dirigente estoniana se habló incluso en un determinado momento como posible sucesora del noruego Jens Stoltenberg al frente de la secretaría general de la OTAN.

Un diplomático de un país europeo de la Alianza se preguntó si era sensato nombrar para tan delicado puesto a una política a la que gustaría «tragarse a un par de rusos ya en el desayuno».

¿Habría sido, pues, el de la dirigente estonia un nombramiento polémico para la OTAN – parece que el próximo secretario general será el ex jefe del Gobierno holandés Max Rutte- y no en cambio para la Unión Europea?

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