Opinión | Feria de Málaga
La Feria del Centro ya murió
El paso agigantado del Real de la Feria evidencia que lo del Centro Histórico es ya una realidad basada en recuerdos y que en nada se parece a lo que fue

Adiós al bullicio en la calle Larios bastantes días de la Feria de Málaga / Álex Zea
Este año, como viene sucediendo en sus últimas ediciones, la Feria del Centro como concepto está siempre presente en los análisis, balances y críticas -constructivas-. De todos es sabido que cuando se habla mucho de la salud de alguien es que las cosas no van bien y que, más pronto que tarde, se reunirá con el Padre.
Algo así sucedía con esta historia que, por suerte para muchos y desgracia para otros, es ya una evidencia. No quiero decir con esto que el año que viene ya no se pongan farolillos en la calle Larios ni nada por el estilo pues hay aún una gran pelotera de personas que acuden al Centro a sus asuntos feriantes. Pero la realidad es que, un año más, el paso agigantado del Real de la Feria evidencia que lo del Centro Histórico es ya una realidad basada en recuerdos y que en nada se parece a lo que fue.
Servidor ha sido extraordinariamente crítico con el formato de la Feria del Centro pues lo he entendido como algo del todo impersonal, impropio de una ciudad como la nuestra y con una imagen proyectada nefasta. Un todo mal de libro. Aún así, era cuestión de tiempo que esto fuera a peor -mejor- y conforme los árboles fueron dando sombra, la proyección del Cortijo de Torres ha ido creciendo por motivos varios y todos con sentido.
En cuanto a imagen y decoro, una feria con su paseo de caballos -retirado del Centro hace ya bastante- siempre será más bonita que la nada entre un bar de bañadores. Las señoras -o señores que así lo deseen- vestidas de gitana era algo vistoso en las calles del centro y progresivamente se fue perdiendo para dar paso a las camisetas de tirantas y las flores de plástico. Los grupos más potentes de la ciudad -cofradías, asociaciones, peñas, colectivos, instituciones, comercios- daban lustre a la fiesta con grandes actividades, eventos, calles engalanadas y siempre invirtiendo en la fiesta para que fuera de categoría. Y de eso, ya no queda prácticamente nada en el centro.
Los jóvenes están yendo al Real por la tarde, se llenan las casetas con buen ambiente
Entonces, conforme se van desconectando esos elementos que vertebran el éxito de una fiesta, lo que queda es la nada. El desecho de tienta de una feria que fue lo que ya no volverá a ser nunca.
¿Hay que lamentarse por ello? Lo dudo. Porque lo que está de moda es bueno, es sano y con un espacio ideal para generar una feria con personalidad. Conceptualmente parecida a la del Caballo de Jerez pero con el sello propio de Málaga. Y estoy convencido que el camino que ha elegido la gente -fundamentalmente los malagueños- es el adecuado.
Cierto es que por el camino quedarán afectados como los hosteleros que probablemente perciban menores visitas con respecto a hace diez años en sus negocios, pero de igual manera creo que conforme siga la tendencia, muchos de ellos trasladarán al Real su concepto para seguir ofreciendo lo mejor con el toque propio de una feria.
En este sentido, cabe destacar la buena gestión del Ayuntamiento, que, de alguna manera que desconozco y sin montar jaleo ni regalar titulares fáciles, ha sabido contener los nervios de los años duros para ofrecer una Feria que ha conquistado de manera cada vez mayor a los ciudadanos. Los jóvenes están yendo al Real por la tarde. Las casetas se llenan de gente pasándolo bien, con aire acondicionado, buen ambiente y lo mejor de todo: sabiendo que tienen por delante muchísimas horas sin moverse del mismo espacio y sin un camión de basura barriéndote los pies. Las casetas cada vez tienen más personalidad y generan el interés de entidades privadas e instituciones. Vuelve a tener vida un proyecto que poco a poco ha ido cogiendo cuerpo.
Lo del Centro era raro. Divertido para muchos, pero extraño. Era la toma de la parte más especial de la ciudad por muchísimas personas con ganas de pasárselo bien -cosa respetable- pero con los efectos secundarios que naturalmente eso provoca y todo ello desprovisto de cualquier tipo de estilo y personalidad.
Lo que está por venir tiene muy buena pinta y visos de hacer de Málaga una ciudad con una Feria de categoría
¿Qué queda ahora en la Feria del Centro? Cada vez más, turistas. Gente que no es de aquí, que no tiene plan ni amigos ni nada y necesita de una fiesta súper montada por otros para desfasar y pasarlo bien. Pero mientras, y cada vez con mayor intensidad, la gente encuentra en el Real un espacio propio. Con tus padres comiendo en la caseta equis y los jóvenes dos calles por detrás. Con todo más controlado. Con las empresas organizando sus comidas y cenas en espacios bonitos y no en un bar o restaurante que es lo mismo que si lo celebraras en marzo. Con lo que viene siendo, en definitiva, una feria.
Málaga es una ciudad cambiante y la historia la reescribe cada cierto tiempo. Son ciclos continuos que nos facilitan la comprensión de asuntos como éste. La Feria del Centro no tiene cientos de años. Tiene décadas. Como la “romería” inventada y poco vistosa que sube a la Victoria. Como lo del abanderado -asunto al que no vendría mal darle una vuelta por parte de la Asociación del Centro Históricos que son quienes lo eligen-, por tanto, lo que ahora está sucediendo es un encaje más en el engranaje histórico de algo que nunca llegó a estar bien consolidado pues estaba cogido con alfileres.
Lo que está por venir tiene muy buena pinta y visos de hacer de Málaga una ciudad con una Feria extraordinaria y de gran categoría. Con cabida para todo el mundo. Desde las familias hasta los grupos de merdellones pasando por los turistas y los despistados. Todos disfrutando de una feria que si algo tiene es espacio.
¿Los retos? Muchos. Trabajar en casetas quizá más pequeñas para que entidades de menor capacidad puedan conseguir una e incluso grupos de familias y amigos. Procurar que no se convierta en algo extraordinariamente comercial, aunque la naturaleza propia de nuestra feria siempre fuera ésa. Y sobre todo, hacer que los malagueños se sientan como en casa en su feria y a un nivel superior al de los turistas. Y eso, queridos amigos, se consigue en el Real y no en la plaza de Mitjana. Habrá quien añore los años del colegio San Agustín lleno de gente bailando y bebiendo. Pero hoy, si ves esas fotos, te das cuenta que era una fiesta entre derribos un poco extraña. Super divertida, pero a Dios gracias nuestra ciudad sube cada día que pasa el nivel.
Hay dos opciones: lamentarse cada año por agosto porque la feria del centro está peor o, por el contrario, alegrarse porque, año a año, la feria del Real está cada día mejor.
Allá cada uno. Pero lo segundo es mejor opción. Por eso lo ha elegido la gente. Que tonta precisamente no es.
Viva Málaga.
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